En los procesos de análisis y toma de decisiones en las diversas situaciones que se presentan en la vida social, entre nosotros, a menudo escuchamos y leemos que el criterio científico es el que debe determinar la posición que se adopte. Seguramente, este punto de vista responde a la evidente importancia de la lógica formal, esencia de la aproximación científica que permite comprender y describir los fenómenos materiales. El desarrollo –vertiginoso e indetenible– de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas es producto de la rigurosidad de su análisis. Los conocimientos científicos están presentes en todos los ámbitos sociales, muchas veces utilizados para la beneficencia, pero también para la devastación, el control abusivo de los otros y el fortalecimiento de poderes políticos no siempre orientados al bien común.

El descubrimiento del funcionamiento objetivo de la vida orgánica y de la materia es extraordinario. En gran medida, el desarrollo civilizatorio, tanto para el mejoramiento de las condiciones de vida como para el forjamiento indetenible de condiciones que pueden llevar al colapso planetario, es producto del método científico. El Premio Nobel de Medicina de 1973, el austriaco Konrad Lorenz, conocido por su figura de sabio naturalista seguido por sus amados gansos, en uno de sus libros, Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros, bromea cuando manifiesta que la observación rigurosa del comportamiento de los animales le permitió a él prescindir del anillo del rey Salomón que le permitía, mágicamente, a este personaje la posibilidad de comprender el lenguaje de los animales y también de ser entendido por ellos.

Sin embargo, la razón, de ninguna manera, se agota en lo científico. Va mucho más allá, porque es la instancia que analiza las otras facetas humanas, como el arte, las emociones, el amor, los valores, la intuición, la percepción, y otras mucho más paganas, como los intereses de todo tipo, políticos, económicos y otros. En el plano de la relación con lo absoluto, la ciencia es un camino, claro está, pero también lo son las letras, el arte y la religión, a los que acudo para ilustrar mi enfoque. Saint-Exupéry lo plantea en El Principito ‘…es con el corazón como vemos correctamente, lo esencial es invisible a los ojos’ y Picasso lo hace con el Guernica, uno de sus famosos cuadros, frente al crimen atroz. Pascal y Newton, universales científicos, o músicos magistrales como Bach, Mozart y Verdi produjeron sus fundamentales teorías y compusieron sus obras más excelsas, inspirados por su fe en Dios y en su honor, evidenciando una simbiosis perfecta entre lo concreto y lo espiritual.

Por lo dicho, los científicos aportan desde la razón unidimensional de su tarea, que es un factor más en el intrincado y complejo escenario social, en el cual todos los elementos de la cultura confluyen e interactúan. Así, las decisiones en temas trascendentales no pueden depender de una sola variable y, sí, de la profunda reflexión filosófica que, analizando el rol de cada una de ellas, prioriza las que contribuyan de mejor forma con la protección de la vida y su sostenibilidad. (O)