Con la vida en pausa y el futuro entre paréntesis. Un poco perdidos, un tanto encontrados, pero sin duda, frágiles. ¿Cuál será el destino de nuestra existencia? ¿Qué nos depara el porvenir? Desde Hannah Arendt hasta Naciones Unidas, el clamor por acercar la filosofía a lo cotidiano, como puente para la comprensión plural de la condición humana, es cada vez mayor. En una entrevista de Bill Moyers a Martha Nussbaum, a propósito de su libro The Fragility of Goodness: Luck and Ethics in Greek Tragedy and Philosophy, ella sostiene que el lenguaje de la filosofía tiene que regresar desde las alturas abstractas hacia la riqueza del discurso diario, escuchando a la gente hablar sobre sí misma y sobre lo que le importa.

El análisis de Nussbaum en el libro citado resulta muy interesante, no solo por la necesidad de que la filosofía “nos muestre el camino de retorno a lo ordinario y lo torne interesante y placentero”, sino por su perturbadora exploración sobre la fragilidad del bien desde la tragedia. Para ilustrar los dilemas morales, Nussbaum recurre a los héroes griegos, entre estos Agamenón, quien, en calidad de comandante de la flota que debe atacar Troya, se encuentra con la dificultad de no poder navegar con el viento en contra, lo que causaría la muerte segura de los guerreros. Para cambiar el curso del viento debe ofrendar a su hija Ifigenia, situación que lo ubica en el dilema moral de cumplir como buen gobernante o como buen padre. Es libre de escoger una opción, pero sin importar cuál, ninguna le traerá felicidad. Al no poder inhibirse de tomar una decisión, mata a Ifigenia. En palabras de Agamenón: ¿Qué alternativa está libre de males?

Asistimos, afirma Nussbaum, “a la realización de un acto responsable cometido sin coerción física directa y con plena conciencia de su naturaleza por una persona cuyos compromisos y carácter morales la impulsarían normalmente a rechazarlo. La fragilidad de nuestro bien nos conduce a transgredir las normas de la racionalidad y de la coherencia para alcanzar alguna seguridad”. Podríamos añadir que, en realidad, el bien menos frágil de Agamenón podría ser su deseo de gobernar.

En un escenario de conflicto trágico, debido a contingencias externas, nos vemos compelidos a tomar una decisión que podría quebrarnos en pedazos, más allá de nuestro virtuosismo. Advertidos sobre la posibilidad de tal infortunio, aceptaríamos que los dilemas morales y las contradicciones son connaturales al ser humano, y que una toma de decisión compleja implica estar convencidos de que la opción que elijamos será la mejor, pese al sufrimiento que nos ocasione, porque no tenemos posibilidad de escoger la mejor. Recordemos la película La decisión de Sophie, donde una conmovedora Meryl Streep es obligada a definir a cuál de sus dos hijos proteger de ir a la cámara de gas en Auschwitz.

“No trates de calmar el océano, aprende a nadar entre las olas”, reza un proverbio japonés. Quizá en estos tiempos tan conflictivos, saber reconocer nuestra vulnerabilidad frente al sufrimiento, sea cual fuere la elección que hagamos en forma libre, nos permita transitar más ligeros por la vida. (O)