En los próximos dos minutos, una mujer morirá por complicaciones relacionadas con el embarazo y el parto.

Las trágicas muertes de las mujeres embarazadas y sus hijos llevan mucho tiempo en el radar de la comunidad sanitaria mundial. Hace veinte años, la ONU prometió abordar el tema. Pero los avances –hasta la fecha– no han sido suficientes. Sí, las muertes maternas disminuyeron en un tercio, de 451.000 por año en 2000 a unas 295.000 en la actualidad, pero nos habíamos comprometido a una reducción de más de dos tercios para el año 2015. Desde entonces, hemos prometido reducirla aún más, hasta alrededor de 100.000 muertes para 2030.

Pero el compromiso sin acciones no salva a las mujeres embarazadas y a sus hijos. Lo que se necesita es financiación y aplicar procedimientos sencillos.

Las madres de los países en vías de desarrollo –los más afectados– siguen teniendo 80 veces más probabilidades de morir que las de los países ricos. Y sus recién nacidos también mueren: el año pasado 2,4 millones de niños murieron en sus primeros 28 días de vida. Mueren porque muchas mujeres dan a luz en sus propios hogares, sin acceso a parteras capacitadas, o en instalaciones con atención básica de emergencia muy limitada. Las madres mueren por infecciones que empeoran por la escasa higiene, y por la alta presión sanguínea, que puede provocar convulsiones. Las hemorragias graves que pueden producirse después del parto matan a 46.000 madres cada año.

Claramente, hay que hacer algo. Los profesionales del desarrollo han presentado muchas propuestas sobre la forma de abordar esta crisis mundial, pero tratar de arreglarlo todo en todas partes supone un coste de más de 30.000 millones de dólares al año, y es poco probable que se puedan movilizar esos fondos.

En su lugar, mi grupo de estudio, Copenhagen Consensus, con el apoyo financiero de Merck for Mothers, trabajó con destacados expertos en salud materna para utilizar el análisis de coste-beneficio con el fin de identificar primero las políticas más rentables.

La investigación se centró en los 59 países más afectados, que representan el 91% de todas las muertes maternas a nivel mundial. Dos intervenciones destacaron como las mejores inversiones para obtener recursos adicionales.

Para lograr el mayor impacto con las inversiones, el mundo debería centrarse en lo que se conoce como Atención Obstétrica y Neonatal Básica de Emergencia (BEmONC por sus siglas en inglés) junto con la planificación familiar. Se estima que 217 millones de mujeres que desean evitar el embarazo aún no tienen acceso a métodos de planificación familiar seguros y eficaces. Ampliar el acceso al 90% en los 59 países significaría que menos mujeres se quedarían embarazadas, evitando que 87.000 madres mueran cada año.

Conseguir que un mayor número de mujeres embarazadas acceda a instalaciones, al tiempo que se mejora su calidad, aumentaría en gran medida la probabilidad de supervivencia para madres e hijos. En la práctica, esto significa asegurar que haya personal debidamente capacitado con el equipamiento y los medicamentos adecuados para aplicar procedimientos simples y bien aprendidos que salven vidas.

El BEmONC y la planificación familiar costarían solo 2.900 millones de dólares al año, menos de la décima parte de los más de 30.000 millones de dólares a los que normalmente se hace referencia y que salvarían solo una fracción adicional de vidas.

Con estas dos intervenciones se evitaría la muerte de 162.000 madres cada año junto con las de 1,2 millones de recién nacidos. Si medimos el valor total de estos esfuerzos, cada dólar gastado supondría 71 dólares de beneficios sociales, convirtiéndolo en una de las mejores inversiones del mundo.

Mientras usted leía esto, al menos una madre más murió. A ella y a todos los millones cuyas vidas podemos salvar, les debemos la decisión de invertir 2.900 millones de dólares de forma inteligente para aportar cientos de miles de millones de dólares de beneficios económicos y sanitarios a personas de todo el mundo. (O)

(*) Bjorn Lomborg es presidente del Copenhagen Consensus Center y profesor visitante de la Copenhagen Business School.