La discusión sobre las motivaciones de las personas para decidir su voto parece inacabable entre estrategas de campaña, politólogos, periodistas, publicistas y más interesados en los procesos electorales. Las explicaciones son variadas y abarcan los cálculos racionales de costos y beneficios, la adscripción ideológica, las reacciones instintivas o simplemente las pasiones de amores y odios. Por ello, con buena dosis de ironía, algunos especialistas dicen que hay tres grandes tipos de motivaciones, cada una de ellas situada en un órgano del cuerpo humano. El hígado, el corazón y el cerebro serían los espacios de los que surge la decisión que, sumada a miles o millones de otros hígados, corazones y cerebros, define el resultado final.

Siguiendo a esos expertos, vale la pena preguntarse por el peso que tendrá cada uno de esos órganos en la elección de febrero. El hígado definirá la conducta de quienes han sido los más golpeados económicamente y por la pandemia, de manera que puede alcanzar una cifra muy abultada. También predominará ese órgano en quienes han sentido algún tipo de traición, ya sea del gobierno o de algún político. En cualquier caso, será un voto-castigo. Escogerán al candidato que mejor represente la cara opuesta al objeto de su encono y sentirán alivio al depositarlo en la urna. Dada la mala imagen del gobierno y a que aparece como el causante de los males, ese voto beneficiará al candidato que encarna al perfecto contrario, que por el momento es Andrés Arauz. Obviamente, no faltarán en este grupo quienes encuentren en la larga lista de candidatos al que consideren más apto para pegar la patada a la mesa, porque en gran medida es el voto antisistema.

El corazón guiará a quienes se apegan a emociones algo más duraderas, como identidades sociales y a amores adquiridos por herencia familiar o por influencia del entorno. La creencia en la posibilidad de construir un mundo a imagen del suyo propio moverá a quienes privilegian la búsqueda de condiciones adecuadas para su desarrollo individual o grupal. Las tradicionales posiciones de izquierda y de derecha podrían repartirse estas cordiales expresiones. Por ello, la propuesta mesiánica de Yaku Pérez puede encontrar ahí un buen número de esos votos, pero también puede hacerlo Guillermo Lasso, especialmente entre quienes tienen temor a la incertidumbre. Por lo general, este tipo de motivación es la más extendida entre los electores, de manera que se puede esperar a que esté también diseminada entre todos los competidores.

Los estudiosos más pesimistas sostienen que, de los tres órganos, el cerebro es el que ejerce en menor medida su función en el campo electoral. Aunque mucho se insiste en la validez de la explicación de la decisión racional, propia de este órgano, a la hora de las decisiones parecen imponerse los otros dos. Lo que va de la actual campaña, sin brújula, sin partidos, llena de memes y de payasadas, parece confirmar esa percepción. Si sigue así, se puede suponer que este grupo sea minoritario y que no tenga mayor incidencia en el resultado final. No parece ser significativo el número de personas que estén dispuestas a sopesar las propuestas y que quieran discernir entre la carnada y la comida, entre la política viable y la medida clientelar. (O)