La ciudadela Las Acacias, ubicada entre las avenidas José Vicente Trujillo (Aurora Estrada), 25 de Julio, Arturo Serrano y Los Ríos, de Guayaquil, cumple 50 años de existencia este 25 de julio de 2025, pues fue inaugurada esa fecha en 1975. Este asentamiento urbanístico fue el prototipo de muchos programas de vivienda similares que se construyeron en ciudades del país, como aporte de militares e inspirados jóvenes profesionales que laboraban en el departamento técnico del Banco de la Vivienda.
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Monumentales bloques multifamiliares de departamentos, pequeñas pero acogedoras y funcionales villas, ornamentadas calles peatonales, amplios parques, pequeños bosques y numerosos espacios verdes vencieron la renuencia inicial de los compradores debido a la distancia desde el centro de la ciudad y el tamaño aparentemente reducido de las casas, convirtiéndola en un lugar ideal para vivir. Pero “el tiempo que todo destruye”, como dice el tango, ha contribuido al envejecimiento o desaparición de los propietarios fundadores y al éxodo de los herederos, tornando al otrora airoso asentamiento en una “ciudadela desolada”. En algún momento los moradores perdieron el entusiasmo y dejaron de dar mantenimiento a los bloques multifamiliares, descuidaron el ornato de las villas, buscaron otros barrios. El Municipio, por su parte, no regeneró sus calzadas y dejó morir los frondosos samanes, laureles y coloridas acacias que eran su fama; la delincuencia y el desaseo empezaron a campear.
Actualmente, muchos foráneos se solazan en los parques; recicladores de basura desperdigan los desperdicios acumulados en las esquinas, ensuciando sus cunetas y rincones, en tanto que asaltantes medran en las solitarias peatonales; la presencia policial es escasa y nunca sus agentes realizan rondas.
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Por eso es causa de preocupación el panorama descrito, al cual contribuye penosamente la falta de entusiasmo e iniciativas positivas de muchos de sus moradores. Así, bloques multifamiliares y villas están ucen sucios y manchados con grafitis; ya no se realizan las mingas que antaño remediaban en algo el natural deterioro de los inmuebles y espacios públicos y los parques de los sectores permanecen desolados unos y otros ocupados por consumidores de drogas y rateros que amedrentan a los cada vez más escasos usuarios de estos espacios de recreación.
El mismo parque central ya no puede ser utilizado por los niños para sus juegos o solaz de los mayores, pues decenas de extraños se apoderan a todas horas de sus espacios, atemorizando con sus gestos descomedidos, gritos obscenos y hasta actos de violencia.
En fin, a propósito del medio siglo de Las Acacias, deberían ejecutarse las acciones necesarias que propicien la recuperación de la paz, tranquilidad y sosiego que otrora caracterizaban a Las Acacias, una barriada emblemática del sur de la ciudad. (O)
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Teófilo Villón Barros, Guayaquil