Cuando las ciudades crecen y el tráfico aéreo aumenta, los aeropuertos principales enfrentan inevitablemente desafíos de capacidad. En lugar de insistir en costosas ampliaciones o nuevos proyectos en áreas congestionadas, una alternativa lógica, sostenible y económicamente beneficiosa podría ser mirar más allá de los límites urbanos y aprovechar lo que ya tenemos. Este es el caso del aeropuerto internacional de Cotopaxi, un gigante dormido que podría convertirse en la solución definitiva al crecimiento aéreo de Quito y el centro del país.
Con una pista de 3.693 metros, el aeropuerto de Cotopaxi no solo tiene la capacidad para manejar aviones de gran tamaño y largas distancias, sino que también representa una infraestructura que ya existe, lista para ser aprovechada con inversiones más razonables y estratégicas. Esta pista supera la longitud de muchas utilizadas en aeropuertos internacionales clave, demostrando que Cotopaxi tiene todo el potencial para jugar en las grandes ligas.
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La propuesta de construir un tren bala sobre las antiguas rieles del ferrocarril, conectando la terminal terrestre de Quitumbe en Quito con el aeropuerto de Cotopaxi, transformaría la dinámica del transporte. Con una velocidad que permitiría llegar en menos de 30 minutos; esta conexión sería más rápida que el trayecto actual hacia el aeropuerto de Tababela, y sin las complicaciones de tráfico vehicular. Este sistema ferroviario también se integraría con el metro de Quito, haciendo que el traslado desde cualquier punto de la ciudad sea ágil y accesible para todos.
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En Ecuador, la decisión de potenciar el aeropuerto de Cotopaxi traería grandes beneficios a la región:
Primero, el desarrollo regional. Latacunga y sus alrededores experimentarían un auge económico, atrayendo inversiones, generando empleo y diversificando su base económica.
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Segundo, acceso equitativo. Las provincias del centro y norte del país tendrían un aeropuerto más cercano, reduciendo costos y tiempos de viaje para pasajeros y exportadores.
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Tercero, eficiencia logística. El sector exportador, especialmente de flores y productos agrícolas, se beneficiaría al tener un centro logístico más cerca de sus zonas de producción, lo que reduciría significativamente los costos de transporte.
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Cuarto, la descentralización. Quito, una ciudad ya saturada en términos de infraestructura, se libraría de la presión de nuevos proyectos y concentraría recursos en mejorar su conectividad con Cotopaxi.
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Y quinto, esto permitiría la sostenibilidad ambiental. Aprovechar una infraestructura existente y desarrollar un sistema ferroviario moderno tendría un menor impacto ambiental que construir nuevas pistas o aeropuertos en zonas vulnerables. (O)
Anthony Steven Ramia Mantilla, Tabacundo