La democracia es evidentemente imperfecta. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones y de estar lejos de garantizar buenos gobernantes, al menos ofrece una vía para que los gobiernos se vayan, facilitando así la alternancia.

Este año, nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias se acercan y por ahora los actores políticos demandan “unidad” por el país. A pesar de ello, ninguno está dispuesto a ceder o renunciar a sus aspiraciones e intereses personales y solo pretenden alcanzar el poder. No es para menos, el poder y la política van de la mano. Lamentablemente, los políticos a menudo se confunden y desvarían creyendo que el cargo que ocupan y ellos mismos son la misma cosa, dos partes de un todo. Se aferran a sus recuerdos e intenciones sin comprender que su misión ha terminado y que le corresponde a alguien nuevo dirigir la política del país. Ante la disolución de la Asamblea Nacional, muchos seguramente intentarán una nueva postulación, pero otros no podrán hacerlo; no me refiero a un impedimento para reelegirse. Así, aquellos partidos políticos que incluyeron a militantes que ni remotamente tenían el perfil para ser legisladores y que demostraron claramente sus limitaciones al llegar a la Asamblea volverán a ser lo que siempre fueron, oportunistas.

La verdadera trascendencia radica en dejar un legado de virtud para que otros sigan estos pasos. Si desde el principio esto no se comprende, el poder se corrompe, y despojarse de este se vuelve más difícil. Afortunadamente, el poder político tiene una particularidad: tiene un plazo de entrega. Ya sea corto o largo, el poder se desvanece y cambia de manos en algún momento. Quienes lleguen al poder, seguramente propondrán una nueva asamblea constituyente, creyendo que esa es la solución a los problemas que enfrenta el país. De ser así, habrá que prepararnos para acudir constantemente a sufragar y decidir de forma plebiscitaria, provocando posiblemente un permanente círculo vicioso. Estamos llegando a un punto crucial en la historia de Ecuador. Las próximas elecciones traen decisiones trascendentales. No será una simple elección transitoria, sino una especie de referéndum sobre el modelo de gobierno que queremos. Estas decisiones definirán nuestro futuro y marcarán el camino de las oportunidades a las que podrán aspirar las próximas generaciones.

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Hoy en día es importante promover la participación ciudadana. No se trata de influir en su decisión, sino de buscar que el resultado de la elección sea un reflejo fidedigno de la voluntad de los ecuatorianos. Hoy más que nunca nos toca reflexionar profundamente a quién le confiamos nuestro voto. (O)

Juan Francisco Yépez Tamayo, abogado, Guayaquil