La sociedad contemporánea nos provee de un diagnóstico poco halagador evidenciando una realidad innegable: un entorno ofensivo de ciertos supremos acomplejados que juzgan y condenan a terceros.

¿Poseemos atributos omnímodos para juzgar y sentenciar a los demás? Qué fácil es analizar subjetivamente con finalidades desacertadas las falencias ajenas, dar rienda suelta a los intereses personales y a las viperinas lenguas y decisiones. ¿Somos éticos al juzgar a las personas? Pensemos en ser críticos de nosotros mismos. (O)

Eduardo Emilio Jiménez Macías, Salinas, Santa Elena