De los momentos tristes para un país, uno recuerda todos los detalles, dónde estaba y con quién. Pero afortunadamente la memoria también guarda los momentos de gloria y alegría de un país. Me acuerdo dónde estaba ese 26 de julio de 1996, cuando recibimos la alegría más grande hasta entonces en Juegos Olímpicos. Jefferson Pérez había ganado la medalla de oro. Hay imágenes que se guardan para siempre y tampoco olvido a ese Jefferson llegando a la meta ya casi con las últimas. Lloré, lloramos de alegría. ¿Dónde estaba yo? Estaba en un canal de televisión haciendo mis prácticas profesionales en el noticiario y eso allí era una locura, entre bromas decían que los delegados del canal, que habían regresado la noche anterior eran ‘salados’ porque hasta que ellos estuvieron, Ecuador no había ganado nada.

Muchacho humilde

Luego tuvimos a un Richard Carapaz, olímpico, Neisi Dajomes, olímpica, y ahora Daniel Pintado se llenó de gloria y nos regala la enorme alegría de saber que Ecuador puede y que sus deportistas son grandes, que el camino andado y “marchado” con mucho esfuerzo y sacrificios tiene su recompensa.

Ya es hora de invertir en un Ecuador de oro

Confieso que Pintado hasta el 1 de agosto no estaba ‘pintado’ en mi mapa, segura estoy de que para su familia, entrenadores y su Cuenca natal sí estaba ya asentado en su memoria y expectativas. Confieso que este tipo de triunfos me hacen leer todo lo relacionado a los deportistas, a esta hora ya me sé la trayectoria de este joven cuencano que tiene 29 años de edad, que admiraba a Jeff desde chiquito, que ya había competido en otros Juegos Olímpicos, en el Mundial de marcha, en los Panamericanos y en Juegos Suramericanos, que ha obtenido los primeros lugares, que estuvo fuera del país entrenando, y sé que ha peleado duro y que se merece este triunfo.

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Daniel se ha pintado de dorado y el Ecuador entero es áureo. Gracias, campeón. (O)

Rosalba del Pilar Muñoz Coello, Salitre