Los hospitales y las clínicas atienden muchos casos delicados de personas quemadas, mutiladas, por prender fuego a los monigotes o maniobrar objetos explosivos durante los festejos de fin de año.

En nuestro país, con costumbres ancestrales como la quema de monigotes, ‘contribuimos’ a la contaminación del aire y al calentamiento global del planeta, por la emisión de gases (CO2) producto de la combustión y aumenta la temperatura y el efecto invernadero, el cual daña la capa de ozono y la salud de los seres humanos.

Los efectos adversos del cambio climático sobre las personas y las especies animales generan que los virus como VIH, SARS–CoV–2, etc., traspasen de los animales al hombre. Además, se producen altas temperaturas del clima, inundaciones, proliferan mosquitos portadores de enfermedades transmitidas por vectores como dengue, paludismo y zika.

Para la NASA, la conquista del espacio es una alta prioridad, ya que en la Tierra la especie humana está destruyendo su único ecosistema, su aire con la guerra entre Rusia y Ucrania; y en el Ecuador nosotros hacemos por el fin de año (31 de diciembre) la quema indiscriminada de monigotes, usamos juegos pirotécnicos, destruimos fuentes de agua dulce con la minería irresponsable, etc.

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El grave problema de salud pública que se presenta el 31 de diciembre son las quemaduras graves y amputaciones traumáticas por el uso irresponsable de la pirotecnia y problemas de la vía respiratoria por los gases tóxicos emanados de la combustión de los monigotes, sumado las cenizas por las erupciones de los volcanes Sangay y Cotopaxi, produciendo más enfermedades en tiempo de pandemia de COVID–19. Debemos ir a la descarbonización del país, a cuidar el medioambiente y las especies con las cuales cohabitamos, la flora y la fauna. (O)

Jaime Galo Benites Solís, doctor, clínico intensivista, Guayaquil