La inseguridad acecha la labor docente en Ecuador con una violencia que crece sin control. Extorsiones, amenazas y ataques a maestros han convertido la docencia en una profesión de alto riesgo, afectando la tranquilidad y el derecho a educar con seguridad.
Bandas criminales exigen dinero a profesores, quienes viven con miedo constante; algunos han sido secuestrados o atacados dentro y fuera de las escuelas. A pesar de las denuncias, las respuestas oficiales son insuficientes, y los docentes vuelven a sus aulas sin garantías de protección.
La esencia de la humanidad son los niños
La reacción ante esta crisis debe ser de unidad y resiliencia. Organizarse en redes de apoyo, compartir información y acompañarse mutuamente es clave para enfrentar el miedo y proteger la integridad física y emocional de la comunidad educativa.
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Es fundamental exigir al Estado medidas concretas: seguridad reforzada en las escuelas, funcionamiento efectivo de botones de pánico y patrullajes policiales constantes. Sin estas garantías, la educación se ve gravemente comprometida y el futuro los estudiantes está en riesgo.
Conexiones que nutren: del wifi al alma
La denuncia pública y la visibilización del problema también son herramientas poderosas. Los docentes debemos levantar la voz con firmeza, apoyados por gremios de maestros y la sociedad civil, para que las autoridades no ignoren esta emergencia y actúen con urgencia.
Finalmente, cuidar la salud mental es indispensable. Redes de acompañamiento psicológico y espacios seguros deben ser promovidos para que los docentes puedan sobrellevar el estrés y la ansiedad que genera esta situación.
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Una generación atrapada entre la experiencia y la exclusión laboral
Ser docente en Ecuador hoy es un acto de valentía. Frente a la violencia, la unión, la denuncia y la exigencia de protección son el camino para preservar la educación y la dignidad de quienes forman a las futuras generaciones. (O)
Roberto Camana Fiallos, escritor y docente investigador, Ambato