Con un grupo de amigos decidí viajar a Naranjal y conocer las siete cascadas. Un guardaparque indicó que el acceso a las cascadas era de $ 3 por adulto. Realizado el registro nos dieron la información sobre la ruta y las indicaciones respectivas: no llevar jabón, ni comida preparada y menos un parlante portátil, entre otras prohibiciones. Dichas restricciones me parecieron justas para la protección de este atractivo natural, pero solo fue una primera conclusión, apresurada.
El camino a la primera cascada es de 30 minutos, en el tramo empiezas a disfrutar de la vegetación pero la tranquilidad duró poco. Por un momento parecía que la música era en los alrededores, a medida que avanzas se torna más ruidosa hasta que te encuentras con un parlante con música a alto volumen. Fomentar negocios con música a todo volumen en un bosque protegido, ¿cómo es posible; contaminar con ruido el bosque húmedo Cerro de las Hayas donde se encuentran las siete cascadas? ¿Por qué solo hay instrucciones para los visitantes? ¿Dónde quedó la protección para las especies nativas y el cuidado del hábitat? Ministerio de Turismo y Ministerio del Ambiente, pongan en orden los requisitos para dar estos permisos. El turismo es fundamental y una fuente de ingresos, pero sin violar los cuidados que se deben tener para preservar un santuario natural rico en biodiversidad y carta turística internacional. Más aún si los extranjeros visitan el lugar, porque esto no contribuirá a un correcto turismo ecológico. (O)
Ibeth Morales, licenciada, Guayaquil