¿Puede un símbolo de separación, como una frontera, representar la solución a la migración? La historia nos enseña que “la unión hace la fuerza”; es decir, que enfrentar algo en equipo, todos juntos, da mejores resultados que hacerlo solos. Paradójicamente, esa actitud se adopta solamente en algunos ámbitos, como el deportivo, el escolar o el laboral; en cambio, en otras situaciones el espíritu de grupo –así como el de hermandad– desaparece en un santiamén. Es el caso de la frontera entre México y Estados Unidos, donde se da una migración masiva.

A mi parecer, la decisión de construir un muro representa la clara voluntad de quererse alejar del problema en lugar de enfrentarlo, ignorando las consecuencias catastróficas no solo a nivel humano, sino también social, político, geográfico y económico.

Indudablemente, el problema principal que afecta al tejido social es de cariz moral, ya que la frontera carga con el peso de migrantes muertos por intentar cruzarla. Además, el fenómeno tiene también un carácter político: la presencia de la frontera necesita regulaciones por parte de ambos Gobiernos.

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Sin embargo, reconozco que ese éxodo no debe justificarse simplemente porque estas personas necesitan un futuro mejor. Sería insostenible para EE. UU. acoger a todos los latinos que quieren trasladarse allí. No obstante, en lugar de un muro, sería mejor implementar medidas que posibiliten el control y la regularización, estableciendo normas y restricciones.

Mientras algunos grupos sociales se esfuerzan diariamente por derribar las diferentes barreras existentes, hay entidades poderosas que, en cambio, intensifican dichas construcciones, tanto físicas como mentales. La existencia de fronteras demuestra que solamente algunos pueblos pueden disfrutar de ciertos derechos, mientras que a otros se les niegan. (O)

Giorgia Agozzino, Génova, Italia