El río Guayas a lo largo de la historia ha recibido elogios de los artistas que han resaltado su belleza y de otros actores de la sociedad que proclaman su importancia en el desarrollo comercial de la gran metrópoli llamada Guayaquil y de su área de influencia, en general, no se puede hablar de Guayaquil y su entorno sin mencionar al río Guayas. Más allá de resaltar la importancia y belleza que el río Guayas representa para la ciudad y su entorno, su crecimiento y madurez han sido objeto de muchas interpretaciones a favor y en contra, en cuyo ámbito se plantean una serie de acciones que, en su mayoría, atentan contra su génesis y su crecimiento, perturbado en ocasiones por eventos antrópicos que distorsionan su verdadero rol.
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Algunos, por desconocimiento de los procesos fluviales, mencionan que hay que dragar el río para minimizar las inundaciones de la ciudad, desaparecer los islotes que se forman en su lecho porque afectan nuestra visión del río, sin reparar, en lo más mínimo, en que dichas acciones equivalen a quitarle un hijo a una madre, al ser parte de su génesis; otros plantean la necesidad de restablecer la navegación pérdida muchos años atrás, precisamente, como parte de un proceso natural que muchos se resisten a aceptar. El dragado es un mecanismo que se utiliza solo para mantener el canal de navegación en un río por la gran relación beneficio/costo que esto significa, recuperar tierras bajas o baldías a través de un relleno hidráulico o, puntualmente, para evitar una obstrucción de un tramo de río, como aquel que está entre el islote El Palmar y La Puntilla, cuya solución también puede ser parte de alguna obra hidráulica que desaliente la deposición de los sedimentos, tal cual existe en muchos lugares del mundo. En el ámbito señalado, plantear actividades contrarias al proceso natural del estuario, lejos de resolver un problema, es un desperdicio de recursos.
Es evidente que los procesos de sedimentación de los estuarios se sustentan en una pelea constante, por un lado, de los flujos de agua y sedimento que bajan por los ríos y, por otro lado, aquellos que entran a través de las mareas, de lo cual siempre se impone a largo plazo el flujo que baja por los ríos, en cuyo ámbito será importante normar este triunfo a través de infraestructura hidráulica que regularice el flujo de los ríos complementado con una eficiente conservación de la cuenca hidrográfica que minimice los efectos de sedimentación que ocurren en los estuarios a efectos de alargar su vida.
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Aunque parezca reiterativo, la belleza y la biodiversidad de los estuarios, más allá de los procesos antrópicos que los afectan, se sustenta en respetar sus procesos naturales minimizando los efectos de la infraestructura propia del desarrollo, por lo que es de esperar que el Gobierno central, junto con las entidades regionales y seccionales que conforman la mancomunidad de la cuenca del río Guayas comprendan el verdadero valor del río Guayas y su estuario e implementen las medidas que lo sustenten y de esa manera potenciar los enormes beneficios turísticos no aprovechados, para lo cual solo es necesario conocer cómo se cuidan los estuarios en los países desarrollados. (O)
Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil