Hemos visto con estupor manifestaciones de políticos que no alcanzan a ver las consecuencias de sus actos, como el que no tiene empacho en asistir a una fiesta con un prófugo de la justicia y con desparpajo justifica esa asistencia como un acto social debido al parentesco de su pareja con el delincuente. También el de un expresidente que de manera atolondrada excusa al antes mencionado, pues “no sabía que el anfitrión tenía orden de prisión”. Y de la persona principal dirigente de un partido que aparece en una fotografía con el mismo delincuente, ¿coincidencia o relación grupal? Sin ir más lejos, la misma exautoridad aparece en otra foto con un delincuente recientemente detenido, ¿también es coincidencia?

Estas ‘coincidencias’ demuestran poca inteligencia. Es no prever consecuencias de acciones tomadas como mandatarios, por ejemplo, abrir el territorio ecuatoriano de manera indiscriminada y sin control a cualquier ciudadano con el pretexto de dar ciudadanía universal. Es poca inteligencia hacer contratos con escasez de conocimientos y nula supervisión técnica que derivan en problemas como los de Coca Codo Sinclair, los de la Refinería del Pacífico, los de la planta de gas de Bajo Alto y del muelle y los tanques de Monteverde; sin contar con los cambios de nombres de instituciones que no cambiaron en nada a estas; o el invento infantil de instancias como el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, transformado en un ente que solamente sirve de instrumento al poder, peor que las mayorías del Congreso que antes se ocupaban de las mismas tareas. También fue poca inteligencia generar una Constitución que iba a “durar 300 años” y luego sus mismos gestores se apresuraron a atropellarla y hacer cambios.

Las acciones descritas y muchas más de ciertos políticos están barnizadas en corrupción. (O)

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José Manuel Jalil Haas, ingeniero Químico, Quito