Cuando hace más de 14 años, el 3 de septiembre del 2011, el entonces arzobispo de Guayaquil, monseñor Antonio Arregui Yarza, me nombró capellán en el hospital de Solca de Guayaquil, jamás hubiera pensado que algún familiar mío necesitaría de esos servicios sanitarios.
Solca: Una esperanza para todos
Mi hermana Nivea Ponce fue internada a mediados de noviembre de 2024 en emergencias del hospital de Solca, ya que debido a una neumonía contraída en la comunidad se descompensó totalmente. Después fue trasladada sucesivamente a las unidades de cuidados intensivos, cuidados intermedios y a cuidados paliativos. La batalla de los médicos fue muy dura: ella fue atendida con prontitud con los avances de la medicina moderna. Por su estado crítico, mi hermana falleció el pasado viernes, 14 de febrero, en dicha casa de salud.
En este escrito quiero manifestar mi sincero agradecimiento al ingeniero José Jouvín Vernaza, presidente del Consejo Directivo Nacional de Solca, y a los doctores Carlos García, Carlos Calle, Miguel Chung, Josefina Vivar, Mariana Vallejo y a todo el personal del hospital de Solca de Guayaquil, por su calidez y profesionalismo con el que atendieron a mi recordada hermana.
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La sociedad ecuatoriana está en deuda de gratitud con los profesionales sanitarios de Solca que se enfrentan diariamente con la catastrófica enfermedad del cáncer, por la extraordinaria labor que han desempeñado durante más de 73 años. Dan lo mejor de sí mismos; incluso exponen sus vidas. Gracias por salvar a tantas personas. Gracias por mitigar el dolor de pacientes que acuden a esta casa de salud. Gracias por ese esfuerzo sobrehumano que nunca será suficientemente recompensado. Le doy gracias a Dios por su labor extraordinaria a favor de tantas personas con cáncer. (O)
José Luis Ponce Núñez, capellán del hospital de Solca, Guayaquil