“Deje así, mijito” me dijo el propietario y fundador de una importante empresa familiar a quien mencioné el valor de iniciar un proceso formal de gobierno corporativo que permita alternar familia, negocios y sucesión de manera sistémica y ordenada. “Así lo he hecho siempre y me ha funcionado”, añadió, desestimando mi sugerencia como una opción de ‘hoy no, mañana quizás’. Esto se repite mucho y preocupa, en especial cuando la empresa familiar representa el 91 % de las empresas privadas del país.

No podemos negar el nivel de impacto que la empresa familiar tiene para nuestra economía, de ahí que es importante entender el grado de solvencia institucional que estas tienen. En días anteriores la Universidad Espíritu Santo publicó su reporte sobre el rol de las Empresas Familiares en el Ecuador, y los resultados se revelan como un capítulo de final de serie.

En Ecuador las empresas familiares, según el Banco Central, aportan más de un 40 % del valor agregado bruto de la economía nacional.

Publicidad

En su mayoría, son pequeñas y medianas empresas (pymes) y emplean más del 90 % de cantidad de empleados. Solo el 11,9 % realiza ventas a mercados fuera del nacional. Es decir, en su mayoría trabajan y dependen del comercio nacional: yo te vendo a ti, tú me vendes a mí.

Sin embargo, el estudio revela que un 58 % no tiene un plan estratégico, 72,9 % están en la primera generación, donde en un 83,9 % todavía dirige el fundador. Si bien la mayoría tiene Junta de Accionistas, solo un 55,9 % tiene conformado un Directorio y un 34,2 % cuenta con un Consejo o Asamblea Familiar. El 87,1 % de las empresas familiares no cuenta con reglas y protocolos familiares y lo más alarmante es que el 85 % no cuenta con ningún tipo de plan de sucesión.

Es aquí donde la estadística mundial nos da una sentencia afilada como cuchillo de cocinero: solo un 30 % de las empresas familiares sobreviven hasta la segunda generación, mientras solo el 12 % sobrevive hasta la tercera generación. En ese contexto, la supervivencia de las empresas familiares ecuatorianas está amenazada.

Publicidad

Y es que estamos en un momento de transición generacional, nos estamos jugando el partido en su última etapa, donde la antorcha se entrega o se apaga. Hemos tenido tiempo extra, fronteras protegidas, mercados cerrados, pero eso no puede durar y no debe durar; debemos aprender a competir con el mundo.

Nadie puede negar el nivel de importancia e impacto que tiene la empresa en nuestra sociedad y en nuestra economía. Es por esto por lo que debemos recurrir consistentemente a mecanismos que aseguren la institucionalización y protección de la empresa familiar y su rol para el país, que a su vez se traduce al rol que Ecuador tendrá en el mundo para los años que vienen. (O)

Publicidad

Ramiro Pita Rendón, Guayaquil