Ecuador es un país pequeño, con 24 provincias distribuidas entre la Amazonía, Sierra, Costa y región Insular. En los últimos años, las estadísticas de violencia se han concentrado en ciertas ciudades principales, con cifras alarmantes de homicidios, robos y amenazas. Pero Ecuador es más que eso. Mucho más.
Política, economía y subsidios
Existen ciudades, parroquias y recintos donde florece la comunidad, el turismo, la gastronomía y, sobre todo, la calidez de su gente. Son lugares donde, aunque no te conozcan, te abren la puerta de su casa, te muestran con orgullo los sitios que puedes visitar y te invitan a probar lo mejor de su cocina. Esos rincones donde uno puede encontrarse con una cascada escondida, con un paseo a caballo o con una feria de artesanías hecha con el alma. Desde agosto hasta diciembre, en varias provincias del país, se da un espectáculo natural único: el florecimiento de los guayacanes. Un fenómeno que atrae a miles de visitantes que buscan reencontrarse con la belleza serena de nuestra tierra.
Yo misma viví esa otra cara del Ecuador. De niña, pasaba mis vacaciones en Boquerón, un pequeño recinto de Manabí que aún conservo como un tesoro en mi memoria. A las seis de la mañana, un pajarito conocido allá como ‘la ollera’ cantaba y nos despertaba con su trino. Era la señal de que el día comenzaba. Acompañábamos a nuestro tío a ordeñar las vacas, mientras el aroma del café recién pasado se mezclaba con el del verde y la sal prieta. Las casas eran de madera, y cada una tenía su “ramada”, un espacio donde se almacenaban los granos –maíz, arroz– que luego se vendían o se reservaban para el consumo del hogar.
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Recuerdo con alegría cómo mi hermana y yo ayudábamos a nuestras tías a preparar humitas en Semana Santa. O cuando llevábamos comida envuelta en tongas a las mujeres que trabajaban haciendo desmonte. Caminábamos por montañas y, al regresar, las usábamos como resbaladeras, riéndonos hasta quedarnos sin aliento. Allí aprendí el valor del trabajo honesto, la integridad de la gente del campo y el sentido más puro de comunidad.
Ecuador es también eso: la vida sencilla, el esfuerzo compartido, el respeto a la tierra y el amor entre generaciones. Es injusto juzgar a un país entero por los puntos oscuros del mapa. Las redes sociales suelen amplificar la violencia y el miedo, pero la verdadera esencia del Ecuador late en esos pequeños pueblos donde aún se escucha cantar a la ollera, se huele el queso hecho en casa y se vive con la esperanza intacta. (O)
Verónica Loyola Coque, economista, Guayaquil