Si bien es cierto que hoy existe un caso de femicidio en particular bastante mencionado en Ecuador, que debe ser resuelto, es indispensable ir a la raíz de este problema que es más común de lo que parece. La violencia no tiene género. Es violencia. ¿Cómo prevenir que llegue hasta el extremo? La respuesta está en la infancia, la ideología, la crianza, la salud mental, la toma de decisiones; tanto de un género como del otro (femenino y masculino).

Se debe empezar por enseñarles a los niños y niñas a escucharse a sí mismos. Todos sabemos cuando algo está mal, cuando no se siente bien estar allí. Eso se enseña validando lo que los niños sienten o piensan.

Muchos padres enseñan a callar, a aceptar y a obedecer, ignorando la intuición maravillosa que poseemos respecto a otros. No se debe normalizar vivir en ansiedad, suspenso o miedo. Se debe fomentar el valor humano, lo que los niños sienten, creen o piensan. Esto levanta la autoconfianza.

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Debemos enseñar en el círculo familiar y en la escuela temas como amor propio, autoestima, límites, el valor auténtico del ser humano no en su apariencia física o en sus posesiones materiales o logros. Se debe educar a los niños y niñas que pueden salir de un lugar donde no son bien tratados, de donde se sienten mal, así como elegir qué conflictos pueden resolver y cuáles no. Dejarles saber que buscar ayuda es necesario e indispensable en ocasiones. Que no hay vergüenza en ello.

No normalizar el uso de drogas, alcohol, violencia verbal, deslealtad y humillación como ‘algo que todos hacen’, porque no es así. No idealizar al otro, creando esperanza de cambio. Enseñemos que solo tenemos autoridad sobre nosotros mismos. No motivar que se produzcan apegos ansiosos para probar algo a los demás. Se debe enseñar y aprender a vivir en libertad personal. (O)

María Lorena Cucalón Echeverría, máster en Psicología, Guayaquil