Llegó de Europa para conocer la costa del Ecuador. Al pisar Montañita, en Santa Elena, se enamoró de su aire marino campestre. Entró al poblado cargando su pesada mochila de color verde militar, gorra de paja toquilla comprada en Libertador Bolívar, alforja de agua, shorts y blusa caqui; parecía guardabosques.

“Es bonita la gringa”, comentan los comuneros. Su cabello era rubio corto, como choclo tierno. Sus ojos son más azules que el mar. Su piel, blanca. Y era muy alta.

Levantó una carpa junto a su amiga, cerca de la formación natural conocida como León Dormido. Realizaba artesanía con piola de cabuya y alambre que vendía a los visitantes. En la noche participaba en fiestas y fogatas junto a la playa.

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Una amalgama de cultura conoció en Montañita, lugar donde contrató a un joven nativo para que le enseñe a surfear y cabalgar. La mochilera y el nativo cultivaron una gran amistad, terminando por enamorarse. Se casaron un 15 de mayo, fiesta de san Isidro Labrador, patrono del balneario.

La vida de la gringa y su esposo transcurre entre viajes de negocios turísticos entre Milán, lugar de residencia de la europea, y Montañita. (O)

Evelio Patricio Reyes Tipán, Santa Elena