De la falta de acceso a medicinas, al sistema de salud pública, ciertas personas se aprovechan. La charlatanería origina la desconfianza a la ciencia y teorías de conspiración. Un ejemplo claro, en 1999–2008 murieron en Sudáfrica 330.000 personas por negarse a aceptar la epidemia de SIDA, y no tratarse con antirretrovirales. Hoy lo estamos viviendo con la pandemia de COVID–19.

Se pueden contrarrestar la charlatanería, los cuentos de mercaderes de ‘magia para curar’ y las teorías de conspiración de ‘profetas’, desarrollando una mentalidad crítica y comprensión de cómo se basa la ciencia en estudios multicéntricos.

Cierta pseudociencias con enfoques ‘terapéuticos’ con raíces esotéricas, carecen de evidencias científicas. El riesgo de dichas ‘curaciones’ puede llevar a pacientes ingenuos a abandonar tratamientos seguros y convencionales, para recibir métodos alternativos que aumentan el riesgo a complicaciones y a la muerte. Negocios para lucrar y peligrosa moda negacionista que atenta contra la salud pública y rechaza todo lo que se basa en estudios científicos en animales y seres humanos, todo lo que funciona con el rigor de la ciencia.

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Los profesionales virtuosos, honorables, tienen su labor que está avalada por la formación reglada y el desarrollo de la medicina como ciencia útil para la humanidad. La lucha del sistema sanitario público, debe librar incesantemente contra la ignorancia de la población y la charlatanería que cobra ingentes sumas de dinero para luego desaparecer por arte de magia. En ausencia de la asistencia de la salud pública a la comunidad, la charlatanería prevalece. (O)

Jaime Galo Benites Solís, clínico intensivista, Guayaquil