La presente estación invernal se ha caracterizado, como siempre, en destrucción de infraestructura, pérdidas de cultivos, y una población urbana y rural que paga las consecuencias de un fenómeno natural que, a pesar de no ser el denominado fenómeno El Niño, deja enormes pérdidas materiales. Más allá de lo dicho, el presente periodo de lluvia ha sido folclórico y único ya que algunos lo llaman El Niño Modoki, Costero, Canónico, La Niña y demás, y en este ámbito, algunas instituciones han tenido un rol protagónico en los últimos días, denotando desconocimiento y un afán de figurar.
Desbordamiento del río Malacatos en Loja
Primero, CNEL anunció públicamente que, dada las características de la presente época de lluvias era necesario operar las compuertas de Daule–Peripa debido a que el embalse había alcanzado la cota 80, decisión contraria a lo que establece el manual de operación y mantenimiento (O&M) del embalse, preocupando a las autoridades regionales y seccionales aguas abajo del embalse que implementaron planes de contingencia en beneficio de la población. Un día después, CNEL decidió no operar las compuertas porque las lluvias aguas arriba del embalse habían disminuido. Es increíble que el embalse más grande e importante del país no se opere respetando el mencionado manual que establece, por obligación, que la operación de las compuertas se inicia a partir de la cota 85 a través de lo que se denomina la sobrecarga inducida, que se constituye en el verdadero potencial que tiene el embalse para el control de crecientes.
Segundo, resulta increíble que un centro académico reconocido, a través de voceros vinculados al estudio de temas relacionados con fenómenos naturales, digan muy sueltos de huesos que iba a ocurrir un fenómeno océano - meteorológico denominado “tormenta perfecta”, causando un pánico generalizado en la población. Es evidente que un evento probabilístico de esta naturaleza no puede definirse con la precisión matemática con la que se dio a entender a lo largo y ancho de la costa ecuatoriana, que finalmente nunca ocurrió. Sin embargo, en el supuesto no consentido de que en efecto vaya a ocurrir, no se puede hablar con tanta falta de probidad y profesionalismo y lo que cabe es canalizar la información a través de las instituciones competentes.
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Dicho esto, es necesario establecer una nomenclatura única en la definición de los fenómenos meteorológicos que con seguridad nos ayudarán a entender su génesis y sus efectos, y por, sobre todas las cosas, llegar a la población con mayor claridad y sencillez y sin definiciones que confunden a todos. Adicionalmente, es menester que los operadores de los proyectos hidráulicos respeten fielmente el manual de O&M y que la academía se involucre y sea protagónico en el estudio de los fenómenos naturales relacionados con el agua. (O)
Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil