Por un impulso de vanidad de los políticos de turno del 2009 hasta el 2014 engendraron el proyecto Metro de Quito con el pretexto de dar solución al caótico tráfico de la capital.

El Municipio considera que está listo para iniciar la etapa de construcción y contrata una firma española para la elaboración de los documentos precontractuales y contractuales, y con intención o no sesgan la adjudicación del contrato de construcción del Metro a un consorcio español- brasileño para la obra civil y para el material móvil a otro. En esta etapa se agrava la frágil salud del Metro. Se disuelve el consorcio constructor, la obra es salpicada por una empresa corrupta y se queda una empresa española al mando, que causa muchos incumplimientos del contrato.

Entre altos y bajos, la construcción del Metro dura más de 10 años. La obra está lista para trabajar, pero por la negligencia del Municipio recién se da cuenta de que no hay quien administre la operación y mantenimiento. Incapaz de asumir esta responsabilidad, decide contratar un administrador internacional, busca asesores españoles para que preparen los pliegos y términos de referencia (TDR).

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El Metro inicia su operación comercial en diciembre de 2023 y en cinco meses de servicio tiene cuatro paralizaciones y los problemas irán en aumento. El pobre Metro de Quito sigue enfermo. (O)

Marco A. Zurita Ríos, Quito