Desde hace algunos años, muchos ciudadanos de Latinoamérica migran a los Estados Unidos para ‘sobrevivir’, porque en su tierra la corrupción ha empobrecido a la población, en forma insoportable, que se muere de hambre, y prefieren evitar ser parte de la delincuencia organizada y del narcotráfico. Pocos llegan vivos a su destino junto con sus hijos menores de edad, los coyoteros se aprovechan de la necesidad de los migrantes y los abandonan en medio camino a su suerte.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) debe abogar con sus buenos oficios a los mandatarios de estos países, para que el Estado se preocupe por las personas y familias en extrema pobreza, a fin de que no pasen hambre y no sean presas de los coyoteros. Reflexión: ¿Quién ayuda a los migrantes? (O)

Ángel Calderón Mayorga, economista, Guayaquil