Para este viaje trascendente e imaginario destaco las palabras de Gustavo Cáceres Castro que escribió sobre el ferrocarril en la sección Estampas Porteñas para este diario el 10 de julio del 2008, quien dijo: “Allá por el año 1940 en las calles Lizardo García y Vélez, inmediaciones del colegio fiscal Vicente Rocafuerte, funcionaba la primera estación ferroviaria cuyos rieles unían Guayaquil con Salinas y los pitos como el de la locomotora n.º 8 despertaban a los moradores de ese vecindario. Cuando se deterioró el puente de madera sobre el estero Salado, que se levantó paralelo al 5 de Junio, que unía las riberas del legendario brazo de mar, al oeste de la ciudad, la terminal se trasladó al otro lado donde ahora se levanta la ciudadela Ferroviaria”.

Éxitos en las ferias ferroviarias

Para ir a Salinas en tren que conducía varios vagones cargados de legumbres, animales, correo, encomiendas y personas, este partía de la ciudadela Ferroviaria cerca del cerro San Pedro en Guayaquil seguía por Puerto Azul, ahí se divisaban muchos esteros, manglares, se pasaba por la lagartera, llegaba a Chongón, luego a Bajada de Progreso y después de ir observando muchos paisajes multicolores que daban paso a la inspiración de poetas y literatos se arribaba a la estación de Progreso, ubicada en el barrio El Manantial sector sur-oeste hoy parroquia Juan Gómez Rendón. Me comentó Alicia Reyes oriunda del lugar, ahí estaban construidas varias casitas de varias familias y ellos vendían a los pasajeros y turistas empanaditas, tortillitas de maíz horneadas, carne en palitos, fritada, cafés, secos de chivo, gallina, chancho y venado.

La mentira más grande jamás contada

Luego el tren continuaba su viaje a Salinas, después de unas interminables rectas y de observar grandes pastizales, se llegaba al barrio Bazán de Salinas. El tren fue una remembranza maravillosa ancestral de los pueblos de la Península. (O)

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Francisco Marcos Anastacio Valarezo, docente, Progreso