En pretéritos tiempos, se consideraba como vecino a aquella familia o persona que, habitando en el mismo edificio o barrio, compartía ciertos espacios. Los integrantes de la casa designaban ese calificativo para identificar o indicar a aquella persona de quien se hablaba. Pareciera que el término vecino ha reemplazado a decir “señor”, “señora”, que se ha hecho de uso cotidiano en las urbanizaciones.

El ser humano tiene dentro de sí un potencial enorme de inteligencia, motivo por el cual alguien mencionó: “Cada ser humano es un mundo”, admitiendo que desde la aparición en el planeta estamos atados a una convivencia social, a una unidad de acción para la sobrevivencia como especie débil físicamente, pero invencible en inteligencia; lo cual no es singular ni propia de ciertas razas o personas, sino de todos los seres vivos con mayor preponderancia en la raza humana, sin dejar de admitir que existe multiplicidad de tipos de inteligencia, pero todas en su conjunto han llevado al hombre a estar presente en esta tierra.

Debemos anotar que en un desarrollo cultural donde se incluye la franqueza, la sinceridad, el accionar, comprendemos que la vida es demasiado corta para estar complicándosela en estos tiempos de cosas instantáneas, de pandemias, de estrés, soledad, egoísmo, etc.

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La corriente mundial tiende a pluralizar el uso de los afectos, el respeto, la aceptación, entre unos y otros, igual como sucede con los gustos colectivos. Hoy en día, enfatizamos la palabra “vecino”, “vecina”, “vecinos”, y a todas aquellas personas, incluyendo a los niños, que hacen uso de este término con una notoria espontaniedad, brillantez, dinamismo comunicacional, con optimismo, alegres y que con mucha solidaridad, que hacen posible que esta palabra sirva para vivir en una casi perfecta armonía, solidificándose así las bases de una linda vecindad. (O)

César Antonio Jijón Sánchez, Daule