Han resultado aciagos para Ecuador los convenios comerciales entre nuestro país y la República Popular China; han contado con el estímulo siniestro del soborno como medio de obtener contratos en los últimos gobiernos.

Cuando uno coloca una manzana podrida en el canasto, debe cuidarse de no poner otra sana en el mismo recipiente. Desgraciadamente eso no ha ocurrido y fallamos en forma continua garantizando que persista la condición dolosa que alimenta la corrupción. A través de estos convenios hemos vendido a la patria y la hemos traicionado vilmente haciendo que impere la trama de soborno-corrupción, debilitando la estructura y la función del Estado ecuatoriano. Se inició cuando la primera manzana firmó contratos para la explotación maderera que ocasionó un daño irremediable, ya que no se repobló la floresta perdida, como era la obligación legal. Posteriormente se permitió la pesca desnaturalizada de tiburones para llevarse las aletas al consumismo chino, dejando los restos de peces en las playas ecuatorianas. Más tarde se empezaron a firmar los contratos para centrales eléctricas hidráulicas, escuelas prefabricadas y explotación minera. Esta última representa la cima de la corrupción, ya que con esto no solo se está vendiendo la patria, sino adoptando una conducta genocida con los pueblos ancestrales andinos y amazónicos, que necesitan el agua para su supervivencia, y lamentablemente la minería a cielo abierto envenena este recurso. Estos contratos esconden lo que en realidad se están llevando del país, y se han hecho como si fuera explotación de cobre. Hay que investigar si en realidad no se están llevando minerales como cobalto, níquel, litio, etc., necesarios para la moderna tecnología electrónica y de alto valor económico. Antes de la pandemia nos visitó una delegación china para llevar a su país el producto en bruto (tierra) de la explotación. ¿Por qué no existe la obligación de procesar en Ecuador la identificación de los minerales, pero se lo hace en China? Este encubrimiento tiene objetivo doloso: con seguridad está engordando depósitos bancarios políticos de los tres últimos gobiernos. Creo que esta debe de ser la razón para que nuestros políticos, desde cada uno de los poderes del Estado, se disputen agriamente el poder absoluto que les permita mantener dominio corrupto del Estado. Muy pronto el recién constituido Consejo de Participación Ciudadana y Control Social también mostrará garras y le añadiremos una raya más al tigre. Mientras tanto, seguiremos divirtiéndonos con los eslóganes copiados de otros países de Sudamérica: “Lo mejor está por venir”, “El Gobierno de todos”, “El Gobierno del encuentro”. (O)

Pedro Benjamín Posligua Balseca, neurosiquiatra, Guayaquil