Una ciclovía debe ser un carril destinado en forma exclusiva para la circulación de bicicletas. Amerita su construcción de existir un considerable conglomerado de ciclistas dispuestos a usarla con mucha frecuencia y contando con la debida seguridad contra robos y otros tipos de accidentes. Sus espacios deben ser sustentables y permitan la destreza de quienes la usan en actividades físicas, recreación, etc.; todo depende cómo se organicen y el apoyo que tengan para alcanzar los propósitos que se planifiquen.

Pero una ciclovía no debe estorbar la normalidad de la ciudad, especialmente el comercio que es el que mueve bienes y servicios para el desarrollo económico y social; y es de comentar que en nuestra ciudad no existe cultura ciclística que aproveche la gran infraestructura creada para dar vida a la ciclovía, que resulta otra ‘pandemia’ para ciertos negocios ubicados a lo largo del recorrido, igual sucede en la ciclo ruta en la vía a la costa, llena de maleza y casi sin uso, abandonada. Estimo, se debe dar una solución a lo hecho, podría alternarse su uso lunes, miércoles y viernes para que los negocios aprovechen total los espacios; los martes, jueves, sábados, domingos para los ciclistas. Esta no es la única solución, se pueden presentar muchas más, pero con respeto y firme convicción de cumplir el fiel acuerdo al que se llegue, por el bien de todos los involucrados y de la imagen de la ciudad. “Las cosas no valen por el tiempo que duran, sino por las huellas que dejan”, proverbio árabe. (O)

Fernando Enrique Guzmán Martínez, ingeniero comercial, Guayaquil