En estos días tiene lugar la 22.ª Conferencia Europea en Investigación en Educación, en la que 33 redes de investigación se han reunido para presentar sus estudios y análisis en temas tan diversos como inclusividad, currículo, educación abierta, educación vocacional y capacitación, justicia social, interculturalidad, género, evaluación y medición, filosofía, comunidades y familias. Las redes también organizan simposios en conjunto, entonces no todos nos aislamos en nuestro propio grupo.

En la red que se dedica a la investigación en educación, salud y bienestar aprendimos de un estudio nacional sobre acoso en Suiza que analizó los comportamientos considerados prototípicos, frente a otros que no se entienden como acoso. El hallazgo más interesante es que los jóvenes que fastidian a quienes ellos consideran “diferentes” están menos animados por la intención de herir y más por exigir que los demás adopten ciertos comportamientos para pertenecer al grupo. El problema es que al tener como meta ulterior el crear lazos de aceptación, estos jóvenes no distinguen fácilmente cuáles son los límites de la violencia, y tanto a los juzgados como a quienes juzgan se les vuelve difícil crear relaciones cercanas entre ellos.

Desde una perspectiva interdisciplinaria y sistémica, esto significa que el acoso en la educación secundaria forma parte de la manera en que los estudiantes regulan sus interacciones. Lamentablemente, los estudiantes, quienes se encuentran en una necesidad constante de aceptación, desarrollan su identidad en un contexto de agresividad, es decir, se diferencian de los demás con base en relaciones violentas.

Cuando en Ecuador la gente dice “a mí me molestaban de pequeño y no me pasó nada”, y usando esa muletilla se burla de quienes sí reportan lo duro que fue vivir su adolescencia en tal o cual colegio, se repite el mismo mecanismo creado para deslegitimar los sentimientos de los demás. Si alguien estuvo y está en una posición de poder, y pertenece al grupo, tiene la libertad de actuar en su ventaja frente a quienes están siendo excluidos. Aun así, las relaciones de acoso son extremadamente complejas, y varían a lo largo del tiempo, lo que significa que aun quien está “perfectamente bien” ahora no lo estuvo o no lo estará siempre.

Esto se debe a que el acoso escolar afecta todo el ambiente educativo y por tanto los logros y el bienestar de todos los estudiantes. No solo que los colegios se ven obligados a invertir ingentes cantidades de tiempo en remediar los eventos de acoso que se reportan, en lugar de cumplir con otras actividades, sino que incluso los testigos de la violencia contra otros ven disminuida su confianza, aunque esto no sea visiblemente evidente.

Como, por lo general, los colegios privilegian la conformidad y la competencia entre estudiantes, sostienen una estructura en la que el apoyo mutuo entre compañeros no es una prioridad, aunque los profesores digan lo contrario en voz alta. Una de las grandes fuerzas detrás del cambio necesario en las instituciones educativas es por tanto de los valores que se promueven sin entender sus consecuencias, y en lo que debemos reflexionar como sociedad. (O)