“El 89 % de las madres indígenas y afroecuatorianas dicen que saben que sus hijas serán violadas o agredidas, igual que como pasó con ellas y no pueden hacer nada”, cuenta con voz pausada Paola Andrade, directora de la Fundación Ecuador Dice No Más, sentada en el borde del escenario de la sala experimental del Centro de Arte, junto con las actrices Marina Salvarezza y Alcira Mugica y las tres jóvenes músicas que todavía respiran las dolorosas notas de la presentación que acaba de terminar.

El público, a media luz, tampoco se recupera. Sentados, en silencio, fijan la mirada hacia las siluetas que discretamente van iniciando una conversación.

Aún, queda el eco de las palabras iniciales de Marina: Nosotras, a través de las imágenes que hablan, de las palabras que se ven y de la música que se toca, hemos querido mover la sensibilidad, el corazón, crear dudas, inquietudes. Porque creemos que el dolor de un niño, de una niña, la violencia ejercida sobre ellas, ellos, sobre cualquier ser humano indefenso, débil, sin poder, porque nada tiene y en todo confía, es el crimen más grande contra el cual todo hombre y mujer de buena voluntad deben luchar”.

Aullemos.

Estamos en agosto del año 2022, las agendas de los medios discuten sobre la corrupción y los actores políticos de una esquina o la otra, los ciudadanos enardecidos reclaman furiosos en redes sociales por la impunidad política. Unos atacan, otros responden, y ese circo romano da vueltas en círculos, bañados en baba metafísica, como diría el poeta Gonzalo Rojas.

... un grupo de mujeres valientes vuelven a poner sobre las tablas la misma obra que estrenaron hace 40 años, Aullemos a dolor...

Mientras tanto, debajo de ese humo, en una pequeña sala, con escaso pero preciso público, un grupo de mujeres valientes vuelven a poner sobre las tablas la misma obra que estrenaron hace 40 años, Aullemos a dolor, porque después de tanto tiempo, el problema que denuncian sigue ahí.

Basado en el poema de la guayaquileña Ixora Zambrano, a través de una creación donde las palabras se asoman en la danza, el cuerpo, las imágenes y la música, decretan con impotencia contra los abusadores: “Donde quiera que estén, la muerte. La muerte para ellos con amor para ellos. Porque ya no están vivos. Pido con ese mismo amor que debió acunarlos, a gritos la muerte pido y los acune la muerte. Para ellos pobres muertos, que ya no pueden vivir ni ser felices. Están acorralados en su furia salivando veneno para siempre”.

El teatro no tiene retuits, y sus denuncias nunca podrán competir con un meme, pero pocas cosas se comparan al encuentro con otros para compartir desde el presente, desde el mismo espacio y momento, la condición humana y sus preguntas.

Mi admiración y respaldo para este grupo de mujeres, que empezaron en los años 80 con un grupo denominado Teatro Experimental Guayaquil, que ha logrado sobrevivir a los golpes de los años y la cultura, a la revolución digital y su mundo líquido, y siguen con la misma pasión y compromiso, hoy convertidas en la fundación Teatro Experimental Guayaquil, (www.funteg.org), entregando su alma en los escenarios para transformar vidas por medio del arte. (O)