La pandemia, además de acabar con la vida de muchos, vino a poner en perspectiva ciertos aspectos y a replantearnos otros.

A pesar de fallas, debilidades e incluso para algunos, fracasos, el capitalismo ha demostrado una notable inmunidad, para usar el término de moda. La urgencia de remediar problemas sociales desatendidos ha hecho que nos cuestionemos, sobre todo en los últimos 20 meses, si este sistema realmente funciona y lo cierto es que no hay mejor sistema para atender y resolver profundos problemas sociales que el capitalismo.

“Capitalismo”, no como esa palabra satanizada en varias regiones, sino “capitalismo” como el sistema que procede de capital (ese factor de producción destinado a generar riqueza para otros agentes económicos y con una mirada hacia el futuro). Capitalismo, no como el sistema que promueve el consumo y que nos hace asociarlo erróneamente con el consumismo, sino capitalismo como resultado del ahorro. Una sociedad que únicamente se consume sus ingresos sería cualquier cosa menos capitalista. No tendríamos ni un solo bien de capital: ni fábricas, ni maquinarias, ni infraestructura, ni laboratorios, ni ingenieros, ni universidades. Nada.

Partamos de dos premisas: 1. La gente hoy en día, en general, está mejor. 2. Las alternativas al capitalismo son dudosas, por usar un término generoso. Aun así, hay un nerviosismo perenne en los alrededores de la libre empresa y la gente le tiene más confianza al sector público que al privado. Para muchos, esto se debe en gran medida a la desigualdad. Para otros, esto es una cuestión de principios morales: “Si tan solo los Zuckerberg y Branson de este mundo pudieran recuperar sus brújulas morales individuales, todo estaría bien”, leí por ahí. “El tipo de capitalismo que es más admirado que desconfiado ocurre cuando sus líderes se comportan en la vida empresarial exactamente como lo harían en la vida privada”.

Si hablamos de la pandemia, el capitalismo ha demostrado tal nivel de flexibilidad, adaptabilidad y resiliencia que ni siquiera un shock tan brutal como el COVID-19 pudo contra él, aunque seguramente irá mutando y adaptándose a las nuevas realidades, como lo ha hecho desde su origen. En este momento, el capitalismo y la globalización han contribuido a desarrollar y sacar de la pobreza a millones de personas en los países que hoy llamamos emergentes. Si nos centramos exclusivamente en la pandemia, le debemos al capitalismo el aumento de la fabricación doméstica de productos sanitarios que nos han ayudado a sobrellevar mejor la pandemia.

Haciendo un balance Estado-mercado, el gran protagonista en esta pandemia ha sido el Estado con medidas proteccionistas y mayores controles sobre los movimientos internacionales de capital y personas, la obligación de vacunación (conseguida en tiempo récord gracias al sector privado), etc. Aun así, el capitalismo seguirá siendo el único sistema económico que funcione porque no hay vacuna, equipos médicos ni medicinas sin capital. Sin embargo, el sistema tendrá varias mutaciones en el futuro cercano, tal como el virus que puso de cabeza al mundo y que evidenció la resistencia del sistema. Quizá necesite ser reparado, no rediseñado. (O)