La sociedad actual y el mundo en general se encuentran desde hace algunas décadas en el proceso de la transformación hacia la sociedad del conocimiento. En ella se incluyen la denominada cuarta revolución industrial, el internet de las cosas y muchas otras propuestas de avance técnico a escala global. Un dato interesante es que para inmiscuirse en la denominada sociedad del conocimiento, en principio, no hace falta una gran inversión económica, pues la misma basa su estructura en el desarrollo de pequeñas aplicaciones tecnológicas que luego impulsarán grandes negocios, como el caso de Amazon y Netflix, entre otras empresas. Citaré un ejemplo de cómo el país puede empezar a inmiscuirse de manera más profunda en este desarrollo, a la vez aportar a la salud de los ecuatorianos y oxigenar un poco su sistema de salud, evitándole gastos por un mayor contagio del COVID-19 con su nueva variante.

Una vez que el COE nacional, de manera acertada, el día 14 de diciembre resolvió disponer un aforo del 50 % en centros de convenciones, cenas, almuerzos corporativos, salas de recepciones, restaurantes, bares, discotecas, centros de tolerancia; además del 75 % de aforo en mercados y supermercados; y el 75 % de aforo en centros comerciales, templos religiosos y ferias de emprendimiento; la gran incógnita que tenemos los ecuatorianos es ¿cómo se va a controlar que realmente suceda? Si una cena empieza a las 19:00 y culmina a las 23:00, en un instante dado, la Policía Nacional visitará las instalaciones y se dará cuenta de que la capacidad del aforo es de, por ejemplo, el 90 %, entonces se solicita que se cumpla el 50 % estipulado en la resolución del COE y tal vez se multe al local o se le pida su cierre.

Imaginémonos cuántas cenas navideñas existen, y cuántos operativos policiales y cuántos policías necesitamos para cumplir esta labor en tan solo una ocasión por cena. Como es bien conocido, una vez que la Policía se va, los asistentes volverán o se irán hacia otras instalaciones y el objetivo de evitar el contagio no se cumplirá.

Ahora bien, ¿cómo puede ayudar la tecnología en esta labor? Las variantes del COVID-19 no se acaban con ómicron, es más, habrá muchas otras por ser parte de la nueva normalidad. Entonces, debemos instalar equipos sensores de aforo y de calidad de aire en los lugares cerrados para poder conocer cuántas personas están y cómo se está expandiendo la probabilidad de contagio según la densidad. Es tan sencillo como colocar un contador de personas en los locales, asociados a un dispositivo que puede ser un arduino o similar, y puede ser programado por estudiantes de colegios técnicos o de universidades, inclusive hasta como una tarea de alguna materia técnica en un fin de semana. Esto, ligado a una alarma a la Policía, al ECU911 o a quien corresponda.

Esto permitirá que la Policía vaya al sitio exacto en donde se infringe la norma, y así sean más efectivos y eficientes. Incluso con tres o cuatro alarmas repetidas por exceso de personas o porque se supere el aforo se podrá buscar otro tipo de medidas. ¿Por qué no impulsar este tipo de medidas y no dejar una resolución en un papel que es poco eficiente? (O)