A inicios de diciembre, los distintos grupos de investigación científica, liderados por expertos en competitividad de más de 60 países, nos reunimos virtualmente para el encuentro anual de Microeconomía de la Competitividad, de Harvard Business School, liderada y fundada hace 19 años por el Ph. D. Michael E. Porter, reconocido catedrático y estratega empresarial. Siempre es un honor poder representar presencialmente al Ecuador, aunque también es cierto que a pesar de la pandemia se ha logrado un importante avance científico en la rama por parte de los miembros de esta red global.

La jornada empezó con la discusión de la mejor producción científica del año, la cual tiene como objetivo dialogar y reflexionar sobre logros que tienen el potencial de convertirse en casos de éxito para que sean replicados en cada país mediante la asesoría de los miembros. Es decir que esta red es un espacio en donde no se compite sino donde se coopera entre las ONG, gobierno, empresas y competidores en beneficio de la economía de las naciones. Uno de los principales temas abordados fue la aplicación de la “creación de valor compartido” como estrategia efectiva de ventaja competitiva.

Desde que apareció la industrialización, las sociedades han sufrido los estragos de las actividades comerciales, productivas y de explotación irresponsables, muchos de ellos que persisten en la actualidad. Así aparece en escena, el siglo pasado, la concientización sobre la importancia de la Responsabilidad Social Empresarial, que consiste en que los negocios cuenten con una estrategia que básicamente contraste las externalidades negativas de las empresas con actividades, aunque limitadas, en beneficio de la sociedad. La RSE fue una salida y respuesta a los crecientes descubrimientos sobre los efectos negativos de los negocios tradicionales.

Por ello, aparece esta novedosa terminología acuñada por el Ph. D. Porter y Ph. D. Kramer: la “Creación de Valor Compartido”. Según avanzamos en su estudio, la CVC corresponde a aquella planeación que pone las necesidades del cliente y un impacto social positivo como estructura base de la conformación de los nuevos negocios, maximizando el beneficio económico de las compañías. Analizar las oportunidades y decisiones desde el prisma del valor compartido necesariamente dirige la mirada hacia abordar nuevos enfoques que generan más innovación y crecimiento tanto para la sociedad como las empresas o emprendimientos. Según sus autores, existen tres formas clave con las cuales las empresas pueden crear valor compartido, independientemente de si son representantes de modelos tradicionales o disruptivos: (a) reconcebir productos y mercados, (b) redefinir la productividad de la cadena de valor, y (c) desarrollar un clúster local. Se asocia además a la CVC con el rol que cumplen los emprendedores sociales en sus comunidades, pues no se restringe a una estrategia que solo incorporan las empresas tradicionales. Es decir, las nuevas generaciones y el contexto actual exigen enlazar los objetivos económicos y los sociales; las empresas deben ser sostenibles y la CVC corresponde a un nuevo movimiento que impulsa el progreso social a nivel mundial. (O)