Quién en el Gran Guayaquil no se siente inseguro y se recluye en su casa, como durante la cuarentena. Quién no ha dejado de ir a fiestas, restaurantes, reuniones familiares y recurrido al Zoom para sesiones de trabajo.

Hay muchos factores que inciden en esta situación. Pero el central, como en México y Colombia, que tienen tasas de criminalidad mucho más altas, es el narcotráfico.

... resulta más fácil sacar la droga por Ecuador que mandarla directamente al norte.

En su esencia, se trata de droga colombiana entregada a avionetas de narcos mexicanos o embarcada rumbo a EE. UU. o Europa desde los puertos del golfo de Guayaquil. El trayecto por Ecuador les significa a los narcos un costo muy por encima de mil millones de dólares anuales, que pagan por bienes y servicios a sus colaboradores locales. Por la gran cantidad de dinero involucrado, las narcopandillas locales proliferan.

Los mexicanos y colombianos habrían optado por pagar a los locales ya no en dólares sino en droga. Por lo que los narcos locales han debido desarrollar el microtráfico, para convertir la droga en dinero. Lo cual ha traído la propagación de la drogadicción en la ciudadanía y la lucha entre las bandas por territorio, tal como se ve en las películas de la mafia.

¿Cómo combatir este flagelo?

Hay muchos frentes, siendo el más visible el control policial y militar de la delincuencia callejera, y el trabajo de inteligencia para detectar y desarmar las bandas. Purgar cortes y fuerzas policiales y militares de malos elementos, para así fortalecer a los buenos servidores públicos que son los más. Pero el nudo crítico es otro. Si el mercado de la droga está al norte, ¿por qué los narcos colombianos traen droga al sur?

La respuesta evidente es que resulta más fácil sacar la droga por Ecuador que mandarla directamente al norte. Oportunidad que se abrió cuando Rafael Correa rescindió el permiso de los vuelos antidroga de los EE. UU. desde la base de la FAE en Manta y privilegió la relación con las FARC y contra el Gobierno colombiano, a tal punto de que Colombia debió bombardear el campamento de las FARC en Angostura, Ecuador.

La solución es revertir esa situación: que el transporte por Ecuador resulte más caro que mandar la droga desde territorio colombiano directamente al norte. Lo cual pasa por la confiscación de una mayor proporción de la droga que transita por el país, de la que capturan los colombianos. Lo cual es un desafío, puesto que el Gobierno nacional tiene que reconstituir las fuerzas de inteligencia y reorientar a las FF. AA. a la lucha contra las drogas, algo que ya hace Colombia desde hace décadas.

Se requiere mayor control de carreteras, redoblar las múltiples inspecciones en los puertos, patrullaje marítimo y aéreo, mejor colaboración con las autoridades colombianas, panameñas y ticas, entre otras, para enterarse de la circulación de avionetas.

Por supuesto, los narcos van a presentar pelea para debilitar la determinación del Gobierno. El recrudecimiento de la violencia sería una tal medida y estarían logrando réditos al haber organismos del Estado que, en lugar de aportar a la lucha, quieren aprovechar la situación para fortalecer su capital político, culpándolo de la situación los unos y bloqueando leyes para proteger a las fuerzas del orden de la delincuencia los otros. Pero no hay otra solución. Combatir al narcotráfico es el mayor desafío de Guillermo Lasso. (O)