Algunas generaciones no deben de tener idea de lo que significaba el papel carbón hasta avanzados los años 60 del siglo XX.

En la escritura en máquina mecánica —los buenos mecanógrafos usando todos los dedos; y los forzados a escribir, con dos dedos—, de quererse copias a suscribir al instante, debían usar papel carbón —y se sacaban múltiples copias—.

Al escribir, el tipo de la letra del teclado pegaba sobre la cinta que estaba sobre la hoja de papel, pero las copias al instante eran por debajo del papel carbón. Los papeles entraban por atrás mediante un rodillo, sobre el que avanzaban las hojas.

En la computación, en cuanto a emisión de títulos de crédito, para pago de impuestos y tasas, también se usaba papel carbón para las copias.

Yo laboraba en una librería donde había máquinas de escribir con teclado en buen estado, rodillo en buen estado y cintas que, de gastarse, se las sustituía. En diciembre de 1961 ingresé a trabajar en el Departamento Municipal de Educación. Mi sorpresa al ingresar a la Municipalidad: en las máquinas de escribir, los tipos de las letras estaban saltados y había que ajustarlos, no había cintas para escribir, tampoco papel carbón original, sino los usados de cómputo de Financiero.

Había que acomodarse, se decía: no había papel para ejemplar original, sino que se escribía directamente sobre los papeles carbón usados de computación, y se firmaba sobre copias de pésima presentación. Los papeles carbón se perforaban al caerles directamente el impacto del tipo de letra, con la consecuencia de ser, además, un impacto que dañaba los rodillos de las máquinas, causando su deterioro.

No comprar cintas para las máquinas de escribir ni papel carbón original llevaba al daño de las máquinas y a embodegarlas hasta que se las pudiera dar de baja. ¿Su costo? Varias veces lo que habría sido el gasto oportuno en cintas de máquinas y en papel carbón bueno.

En el año 1969 se habían dado algunos cambios, cuando llegué a secretario municipal. A los pocos días provocaron un incendio en el despacho, porque parece que algunos querían que desaparecieran archivos. Pudo ser el acabose, y fue lo contrario: me permitió dirigir la modernización y la tecnificación de la secretaría.

En octubre de 1994 fui designado rector de la Universidad de Guayaquil por la comunidad universitaria. El rector saliente —15 años de ejercicio— me dijo: “La universidad se lo come a uno”. En 2004 dejé el rectorado con racionalidades de inversión, excedentes de recursos, cero de urgencias pendientes y con el Hospital Universitario construido y equipado, del que luego se apropió el Gobierno de Correa.

Cero glosa en la Secretaría Municipal. Cero glosa en la universidad.

Como país debemos superar —y oportunamente— deficiencias, que son las que más afectan la calidad de vida de los ecuatorianos.

Y, además, siempre evaluar los efectos de los escalonamientos. Una buena decisión —y oportuna— del ministro de Agricultura: la extensión de plazos de los créditos para productores bananeros, por los problemas para la exportación de la fruta, sin afectar a calificación ni forzar incremento de provisiones, salvo que aparezcan otros factores. (O)