La Casa de la Cultura Ecuatoriana desde su creación en 1944 nace como una necesidad de devolver al país la confianza perdida, reivindicando la dignidad nacional; con la visión de su creador, Benjamín Carrión, de convertir al Ecuador en una potencia cultural ante los grandes problemas políticos sociales, económicos que enfrentaba el país desde 1941 y acentuados por la crisis limítrofe con Perú.

Es así como, en 1945, la Casa de la Cultura Ecuatoriana inicia su gestión cultural a nivel nacional; y se inauguran los núcleos adscritos a la institución que se los conoce como Casas de la Cultura Provinciales. Cuenca y Guayaquil fueron las primeras filiales, sumándose en los siguientes años otras provincias. En la actualidad, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión cuenta con 24 núcleos provinciales.

Han transcurrido casi 77 años y el desafío planteado de convertir al Ecuador en una potencia cultural, a través de la “promoción de la ciencia, letras y el desarrollo artístico cultural” cada día se diluye; al punto de querer paralizar sus funciones hoy en día. Situación que no me sorprende si muy poco se ha hecho para alcanzar un desarrollo sostenible y sustentable a través de los años, con profundas fallas de gestión, transparencia y comunicación. Me refiero a desarrollo como el proceso de crecimiento progresivo en la calidad de vida que coloca a los trabajadores de la cultura como el centro de su accionar con equidad social.

Desde el hecho de su débil articulación con todos los sectores productivos, sociales y académicos, carencia de planes de desarrollo en las comunidades, inexistentes procesos de innovación, exclusión de principios y valores que rigen la cultura, débil adaptación tecnológica, carencia de planes y programas de ayuda para mitigar la crisis sanitaria, alimentaria, educacional del sector artístico cultural, como su inexistente articulación con los objetivos de desarrollo, planes sectoriales, gubernamentales, politización laboral, entre otros. No terminaría de enunciar toda la problemática que enfrenta el sector artístico, cultural y patrimonial del país en este escrito, hechos que se visualizan en la crisis agobiante actual y se traducen al fracaso de gestión.

Así también, es lamentable que una institución cultural de carácter público, basándose en el principio de autonomía, publique un Reglamento de Elecciones para designar sus nuevas autoridades sin considerar la opinión y participación de los actores principales del quehacer cultural artístico; y más deplorable aún, no escuchar las voces de llamado de atención de varias asociaciones, gremios y gestores culturales que reclaman por sus derechos culturales ante un reglamento que nunca se socializó en la mayoría de las provincias; y que contiene serios desajustes con varias leyes constitucionales, vulnerando los principios de inclusión, equidad, participación, democratización cultural, pluralismo, primacía de derecho, oponiéndose a los valores de honestidad, solidaridad y responsabilidad.

¿Dónde quedan las frases como: ‘Cultura para todos’, ‘Juntos construimos el futuro’, ‘Casa de puertas abiertas’, o solo fueron falacias expresadas de sus administraciones fallidas? Es hora de que asuman sus responsabilidades por la crisis actual del sector y den un paso al costado. (O)