El fantasma de la Bernarda creada por Federico García Lorca se yergue sobre el mundo, donde se excluye a unos seres humanos, entre ellos a las mujeres. Las criadas llevan la peor parte: no tienen otra tierra que la fosa que las recibe cuando mueren y viven en chozas de tierra con un plato y una cuchara. Bernarda oprime a sus hijas, les asigna el hilo y la aguja, deben guardar luto ocho años por la muerte de su esposo, cree que los hombres de ese lugar no son de su clase, que no les hace falta novio, que una hija que la desobedece es su enemiga. El pueblo conventual las oprime. Sus nombres hablan de su drama: Angustias, Martirio. “Malditas son las mujeres”, proclama una; otra: “Siempre tuve miedo a los hombres, de crecer por temor de encontrarme abrazada por ellos”. “Nacer mujer es el peor castigo”, dice una tercera. Adela, la hija menor, de 20 años, es bastante diferente, se rebela al encierro y no le importa que el pueblo quiera quemarla, “perseguida por los que dicen que son decentes”. Le gusta “ver correr lleno de lumbre lo que está quieto años enteros”. Pero se somete a Pepe el Romano y el sello de su clase se impone con la criada. Bernarda aconseja a Angustias: La mujer no le debe preguntar a su hombre y cuando se case menos, hablarle y mirarlo solo si él lo hace. “¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!”. Adela pierde a Pepe y se pierde ella para siempre. “¡Mi hija ha muerto virgen! ¡Nadie dirá nada! ¡Silencio!”.

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La herencia de Bernarda: 89 años después de haberse escrito esa obra, muchas mujeres están solas, no creen en los hombres, no quieren volver a creer en ellos, la sociedad quiere que sigan divorciadas o viudas, abandonadas y deben atender a sus hijos. Mas, en no pocos casos es una soledad voluntaria porque se hacen acompañar de la poesía, de la música, de lo que fuere para dejar su huella. Una huella fecunda, de ternura, consustancial a ellas cuando la adversidad no ha desviado su camino. Y otras luchan contra el desbarajuste planetario que las afecta, a ellas y a la comunidad. No están solas en la calle.

La mujer no siempre estuvo dominada por el hombre, existió el matriarcado en la primera organización social, por la fuente segura de abastecimiento que su hogar tenía por las tareas agrícolas que realizaba, a diferencia de la caza a la que el macho se dedicaba. Con el desarrollo de las actividades económicas el hombre pasó a tener una situación de privilegio y la mujer fue esclava antes de haber esclavos. En la elogiada democracia griega las mujeres estaban sojuzgadas por el hombre. En el Medioevo el señor feudal era amo de su mujer y de las mujeres e hijas de sus vasallos. La Revolución francesa vio las primeras luchas de las mujeres por su emancipación y la burguesía apetecía de su trabajo por su escaso salario. Las obreras, obligadas por las circunstancias, laboraban más que el hombre, en la casa y en la fábrica. La ley, la religión y la educación reforzaron su servidumbre, en la creencia de que eran inferiores.

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La historia demuestra la relación de las luchas de las mujeres por su libertad y de la sociedad. Hoy marcharán por una y otra. (O)