Las palabras tienen gran fuerza porque permiten expresar ideas y la amplia gama de sentimientos y emociones.

Impresionado por los hechos que dan forma a la actual realidad nacional en lo relacionado con el derecho, la administración de justicia, la institucionalidad privada y pública, y con lo jurídico en general –complejo sistema que define y regula la vida individual y colectiva–, inicié un proceso de búsqueda del vocablo o frase que con mayor pertinencia pueda dar cuenta de la decadencia en la cual ciudadanos, abogados, funcionarios e integrantes del sistema de administración de justicia nos desenvolvemos, en una cotidianidad que grita su angustia y también se acomoda fatalmente a una realidad que utiliza al derecho como un traje para disfrazar su miseria e impudicia.

...por ponerse el traje formal del derecho, creen que nos engañan, porque ellos mismos viven auto engañados...

Primero citan artículos de la Constitución, luego otros de un código orgánico, enseguida los de una ley general, para continuar cubriendo su procacidad con reglamentos, resoluciones y otras normas positivas, en el artero intento de ocultar quiénes son realmente y cuáles son sus intenciones. Visten sus indignidades con el traje brillante y depurado de la legalidad, cuya estructura y contenido están definidos por los más altos principios y valores que la civilización ha elaborado a lo largo de la historia como sustento moral de todo lo jurídico. Y por eso, por ponerse el traje formal del derecho, creen que nos engañan, porque ellos mismos viven autoengañados, incapaces crónicos para entender la magnificencia del derecho que regula la convivencia social y está fundamentado en grandes conceptos como la justicia, bien común, probidad, lealtad o búsqueda de la verdad.

Inicialmente, sin mayor reflexión, pensé en nombrar a esta columna con la frase “el abuso del derecho”, pero no satisfecho, busqué algo más fuerte y decidor y lo encontré en el Código Civil, que define al abuso del derecho como la acción de su titular que excede irrazonablemente y de modo manifiesto sus límites, de tal suerte que lo pervierte o desvía de los fines del ordenamiento jurídico u objetivos éticos que conforman lo que, en teoría del derecho, se denominan como principios generales.

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Destitución de la presidenta de la Asamblea Nacional, suspensión en sus funciones al presidente de la Corte Nacional de Justicia, amenaza de juicio político al presidente del Consejo de Participación y Control Social, iniciativas ciudadanas para revocar el mandato al presidente de la República son solamente algunas muestras de la descomposición descomunal de la sociedad ecuatoriana. Esas iniciativas y esos actos se visten de juridicidad, tanto para quienes ejecutan esas acciones legales como para los que se oponen a ellas.

El derecho, los principios en los que se sustenta y sus objetivos declarados representan un sistema demasiado sofisticado moralmente, para gente que se vale de él para cometer todo tipo de trapacerías, porque nunca incorporaron a sus esquemas mentales lo que repitieron en las aulas ni procesaron anímicamente conceptos que se encuentran en las antípodas de su sórdida condición humana marcada por la insolencia, ignorancia y desvergüenza. (O)