El tradicional edificio en París en el cual se encuentran las oficinas e instalaciones de la Organización de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura impresiona tanto por las personas de todos los países del mundo que lo visitan para mantener reuniones de trabajo y actividades culturales en general, como por su infraestructura que, siendo simbólica en alto grado, muestra el insoslayable y venerable paso del tiempo marcado por los esfuerzos de la humanidad para fortalecer el entendimiento entre los pueblos a través del desarrollo de la ciencia, la cultura y la educación.

La Unesco es el espacio para el diálogo de la civilización en busca del entendimiento mutuo. Nace posteriormente a las dos guerras mundiales que tuvieron lugar en el siglo XX, con la clara consciencia de que los acuerdos políticos entre los países no son suficientes para la construcción de una paz que se instaure y proyecte en el tiempo y, que es necesario, posicionar también en el centro de las relaciones entre los pueblos no solamente al poder, sino a la búsqueda de la comprensión recíproca entre las naciones.

La Unesco es el espacio para el diálogo de la civilización en busca del entendimiento mutuo.

Ese es el espíritu que se respira en esas instalaciones levantadas como un canto a la sostenibilidad de la vida planetaria compuesto por las voces de filósofos, artistas, ciudadanos e intelectuales de todos los países.

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La casa de la Unesco es una especie de oasis mundial en el cual la violencia no tiene cabida, se combate a la exclusión, así como al racismo y a todas las formas de maldad y destrucción. Las personas que llegan a ese lugar están predispuestas a compartir, aceptar y construir conjuntamente, y forman parte de un escenario concreto de búsqueda de armonía y aceptación de los otros. Es maravilloso. Ese ambiente, dibujado, a modo de escenario conceptual por los grandes objetivos de todos los pueblos, es vivido en la cotidianidad por gente de todo el mundo que concurre allá para dar lo mejor de sí mismos en la construcción de la paz y la sostenibilidad del ser humano, su entorno natural y cultural. Es una suerte de burbuja moral en la cual el aire es más puro y la alegría, la esperanza y el entusiasmo son protagonistas legítimos.

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Las reflexiones éticas y bioéticas globales sobre la vida en general forman parte formal y jurídicamente de ese ambiente destinado al desarrollo de una moral a ser aplicada en la organización social mundial. La Unesco ha dado forma y gestiona a la labor de dos grandes grupos de ciudadanos de todo el mundo que trabajan conjuntamente, analizando y reflexionando sobre la realidad social del planeta, así como de la ciencia y sus aplicaciones respecto a los problemas que provoca el calentamiento global y las acciones necesarias para detenerlo, sobre la investigación científica y su relación con los seres humanos para protegerlos y evitar que sean perjudicados y muchos otros aspectos de la civilización contemporánea que requieren también –como siempre lo ha precisado la humanidad– del análisis profundo y comprometido que forma parte de la filosofía moral cuyo aporte es vital para comprender el presente y construir un futuro cada vez más amigable con la vida en todas sus expresiones. (O)