Palabras, palabras y más palabras por un lado y por otro hechos consumados, contrarios a lo que ellas dicen, porque son utilizadas venalmente a modo de escenario montado, falso e hipócrita, revelando una práctica de la política en el peor de sus sentidos, para posicionar un discurso también falaz, que guarda las formas cuando se remite a ciertas categorías y objetivos comunes… “queremos estabilidad, nos interesa el bien del país, rechazamos la violencia, somos demócratas” y otras de ese tenor, envilecidas por quienes las pronuncian sin comprometerse con ellas porque cuando hablan saben que son un parapeto para sus propios fines –esos sí no expresados– que esencialmente son alcanzar sus objetivos propios ya sean económicos o de beneficios.

Pese al análisis que toda la sociedad realiza mayoritaria y diariamente en todos los ámbitos sobre la situación política del país, quienes somos ciudadanos que tratamos otros aspectos de la realidad cotidiana, en esta ocasión también y ya personalmente nos sumamos a esas voces, pese a que siempre busco como individuo respirar aires positivos que provienen de otros ámbitos. El deterioro institucional y el riesgo de escenarios caóticos es abrumador y nos involucra a todos exigiéndonos tomar posición como ciudadanos ecuatorianos.

Así, veo que las actuaciones de ciertos personajes, partidos políticos, agrupaciones sociales y otras instancias organizadas a nivel nacional contribuyen para la radicalización de una realidad social crítica expresamente exacerbada por quienes consideran que así deben actuar pese a su discurso democrático. Al Gobierno se lo desestabiliza sistemática y estratégicamente, porque las distintas organizaciones que así proceden, discursivamente antagónicas entre sí, actúan con este fin al unísono, aliadas para combatirlo y debilitarlo, sin que importe el derrumbe del país, porque ellos de todas maneras y en todos los casos siempre medran en el deterioro colectivo. Por supuesto, también están las posiciones legítimas de quienes se manifiestan y reclaman en ese escenario forjado a pulso y con el cual se solazan los que exigen todo, no dan nada y se congratulan socarronamente del deterioro institucional que lo buscan y construyen con palabras con las que se autodefinen como patriotas y con hechos que los muestran en una dimensión diferente… de insidia y venalidad.

El Gobierno también habla y actúa. Creo que lo hace con honradez y que sus acciones buscan ser coherentes con sus palabras. Escucho, leo y analizo lo que manifiesta y lo que hace el presidente, y veo rectitud y sana intención. Sin embargo, para los otros, eso no es suficiente, porque contradice sus intereses y porque la estructura jurídica y moral del país les permite hablar y actuar como lo hacen pese a su evidente mala fe. El Gobierno está obligado a comprender este escenario para capear el temporal y fortalecer su propia gestión. Nosotros, los ciudadanos, podemos aportar desde la puesta en evidencia de nuestra posición en todos los espacios en los que estemos, en esta aciaga y dolorosa hora de nuestra historia que nos exige participación cívica y compromiso con el país. (O)