El prefijo narco se pega a todo: políticos, jueces, fiscales, policías, abogados, periodistas y hasta modelos. También a los chats que revelan la empresa criminal que lideró el Patrón, el difunto Leandro Norero. Y al dinero que sirvió para orquestar a una pléyade de actores a fin de procurar su impunidad y la de sus protegidos.

El mérito de las revelaciones del caso Metástasis corresponde, sin duda, a la fiscal general, Diana Salazar, quien no ha desmayado en la búsqueda de la verdad.

La colaboración de las autoridades norteamericanas ha sido clave para desencriptar los celulares que el capo utilizó para articular a sus operadores a sueldo. Al tiempo, es preciso reconocer la decisión de apoyo del nuevo Gobierno nacional para vislumbrar lo que, metafóricamente, podría ser la luz al final del túnel.

El presidente Daniel Noboa lo piensa así al manifestar que su importancia histórica se proyectará durante los próximos diez años. Un preludio acaso del Plan Fénix.

Lo disruptivo es que por primera vez una estructura criminal, que es apenas la rama de un frondoso y siniestro árbol, queda al descubierto, permitiendo identificar a funcionarios y relacionados que antes estaban protegidos por el anonimato.

Considerando que todavía hay un centenar de teléfonos de celulares de la mafia cuyos chats serán progresivamente revelados, es previsible que la lista de implicados crezca con sorprendentes hallazgos.

Que los habeas corpus obtenidos ilegalmente por el exvicepresidente Jorge Glas y el prontuariado Daniel Salcedo hayan sido producto de un pago por el combo de 450.000 dólares deja poco margen a la sorpresa. Más aún, que Norero se ocupaba de pagar la factura por reparación de una docena de patrulleros al jefe policial del cantón Samborondón (Guayas), a cambio de la protección de sus bienes y la delación de eventuales operativos en su contra.

Ante lo sucedido, el principal perdedor es el expresidente Rafael Correa y su agenda de impunidad que experimentó un grave traspié. Es una vergüenza que en su desesperación haya fungido de chivato al advertir a sus asociados que se cernía la operación Metástasis. Actuación que no pudo evitar la caída de su alfil en el tablero, el ahora expresidente del Consejo Nacional de la Judicatura Wilman Terán, un personaje caricaturesco, que se ocupaba de maniobrar a la sombra el proceso de selección de siete jueces de la Corte Nacional de Justicia que tuvo que declararse desierto.

La fiscal Salazar ha dicho una gran verdad: lo sucedido debe servir para que las instituciones del Estado que han quedado más desprestigiadas, principalmente la Justicia y la Policía Nacional, deben someterse a un proceso de rápida autodepuración.

Lo bueno es que se ha entregado el mensaje de que el crimen no paga y sus cómplices, tarde o temprano, quedan sujetos a rendición de cuentas y, peor aún, al descrédito personal y familiar con riesgo de perder la libertad o ser prófugo de la justicia, a más de que sus bienes y dinero mal habidos serán confiscados.

Si tienen duda que se lo pregunten a Glas, que pasó de ser estrella de rock en eventos sociales en Guayaquil a “huésped” incómodo, a la vez que inopinado, de una embajada amiga. (O)