Dentro de la incertidumbre que supone que un simple radar aéreo haya dejado de funcionar porque los militares posiblemente lo instalaron mal o no lo supieron o quisieron vigilar, el ministro de Defensa anunció el regreso de la educación premilitar al Bachillerato ecuatoriano. Aparte del retroceso moral que implica vincular a los estudiantes de manera intencionada al mundo bélico, y del peligro que en realidad puede implicar esta idea, debemos también preocuparnos por la pertinencia y potencial calidad de un programa de esta naturaleza.
Como argumento principal, el ministro de Defensa, Luis Hernández, propone que los estudiantes aprenderán orden y disciplina, ante lo cual sorprende que ningún profesor haya alzado su voz pues la primera implicación es que el desorden y la indisciplina reinan en las aulas, es decir, que los profesores se pasan de vacaciones. La segunda es que el orden y la disciplina se pueden imponer desde arriba en lugar de cultivarse desde la autorregulación, una tarea que no se cumple con un puñado de horas de servicio sino en la extendida vida escolar.
Hernández también ha dicho que este programa ayudaría a “jóvenes que se encuentran desocupados y que pueden ser tentados hacia aspectos negativos”. Tal redacción pone en evidencia que el mismo ministro habría hecho más dedicando más tiempo al estudio, en este caso de la lengua, que a marchar. Ni la matemática más elemental se beneficia con reprimir el pensamiento al son de “izquier, dos, tres, cuatro”.
Finalmente, se ha esgrimido el argumento de que esto abre la puerta al servicio militar como alternativa a la falta de empleo luego de salir del colegio. Aparte de que esto contradice los principios liberales de la autorregulación del mercado laboral y la reducción del tamaño del Estado, recibir órdenes en lugar de fomentar la iniciativa y el cultivo de las mentes no lleva a nadie muy lejos. La gran mayoría de inventores, científicos, emprendedores y líderes no han pasado por la instrucción militar.
Para saber cómo terminará esa instrucción premilitar tan cándidamente anunciada como solución multifacética a la crisis educativa y laboral del país nada más ver las imágenes del paseo que se dio el ministro de Defensa por Montecristi en los pasados días. Tras rodear los sacos de arena que informalmente sostienen la estructura sobre la cual posa el radar que supuestamente iba a contribuir al control del narcotráfico en Ecuador, Hernández abre una compuerta como para preguntar a la frutera si ya le llegaron aguacates. Si así de precarias van a ser las prácticas premilitares, mejor que Defensa invierta el tiempo y los recursos del personal en cultivar a los propios militares.
De hecho, como han informado los medios de comunicación, las matanzas de este año en las cárceles ecuatorianas usaron tácticas militares y las bandas organizadas en el país cuentan con armamento militar para realizar ataques sicarios. A Defensa debería más bien preocuparle las consecuencias de trasladar prácticas militares a las aulas. Si algo le sobra a este país es violencia, incluso la simbólica de un estamento que no se prepara precisamente para la paz. (O)