Con las nuevas tecnologías, los empresarios han encontrado un filón para ahorrar gastos, pero algunos servicios han desmejorado. Me refiero como ejemplo a los teléfonos, a las plataformas que llaman call centers. Cuento lo que me pasó hace dos semanas. Fui a Salinas, prendí la televisión y me salió un aviso de que no tenía servicio y que debía llamar a un teléfono con muchos ceros. No puede ser, me dije, tengo contratado un servicio de cable y la empresa me lo cobra por mes adelantado. Llamé. Salió una grabación que decía que no podían atenderme. Debe ser un error. En otros canales salía lo mismo. Fui a las oficinas, estaban cerrando, pero una amable señorita me señaló un papel con el aviso de que debía llamar a un WhatsApp. Llamé y me pidieron la cédula y otros datos, y que alguien me iba a atender. Era una grabación que me pidió más datos y luego que contesté un formulario con ofertas de lo que vende la empresa y finalmente nadie me atendió ni me llamó. Total, un empleado del edificio me arregló el problema que era muy sencillo. Si algún ser humano me hubiera atendido con un mínimo de criterio, y por el número de la cédula hubiese razonado que soy viejo, tal vez me hubieran atendido mejor.

Son varios problemas. En primer lugar, las voces de las grabaciones y el hablar apresurado que las personas con dificultades auditivas no pueden entender. A veces contestan y piden a uno que espere, mientras le sueltan 10 minutos de propagandas de autobombo. Luego, le dicen que espere, que un operador lo atenderá. Algunos de estos empleados tienen voces de tarro, desagradables, o mujeres que parecen están de parto por lo rápido que hablan. No se les entiende.

El problema de fondo es que no se enseña prosodia, cómo pronunciar correctamente las letras y las palabras. Es una falla de nuestro sistema educativo, tan vieja como la degeneración de la enseñanza. No saben que el nuestro es un idioma de vocales rotundas y lo arruinan. Como en el esencial tema de la enseñanza en valores, ¿quién les enseña a los maestros, para que puedan transmitir correctamente el conocimiento?

Otro problema es el de los empresarios. Señora, señor, ¿cuántas veces llama usted a su empresa para comprobar cómo atienden al público? Usted debe recordar que la primera imagen que le viene a la mente de sus clientes es como le contestan el teléfono. Si le contestan mal, en forma apresurada y desatenta, su cliente no se va a quejar, se va a otra empresa donde lo traten como a un ser humano.

La codicia puede ser deshumanizante. El prurito de ganar más puede ser un factor en contra si los servicios de su empresa son malos. Empezando por esa primera impresión de la grabación apresurada y descortés. Una vez, sufriendo el vía crucis de una llamada, cuando al fin escuché un tono distinto, me atreví a preguntar: perdone, ¿es usted un ser humano? Pude sentir la estupefacción y casi el desagrado, al otro lado de la línea: claro que sí, soy fulana de tal. En qué lo puedo ayudar.

Señores empresarios, llamen ustedes mismos a sus empresas, que no lo haga su secretaria o ayudante. Hágalo como un control de calidad. Tal vez tenga sorpresas. (O)