La novela que ha movido toda mi formación humanística es del año pasado, del escritor neerlandés-chileno Benjamín Labatut. Me ha convencido de que la división entre Ciencias Sociales y Ciencias Aplicadas es falsa porque el ser humano está compelido a entender el mundo como un todo cuyas partes están en permanente lucha, en la cual la razón no es la líder principal de la vida, sino que procedemos con ella tanto como con la ambigüedad y la incertidumbre.

En cuanto a la composición del texto, su elección biografista, es decir, la estructura coral en donde muchas voces se refieren a un personaje central para entregarnos testimonios directos, conduce la unánime pregunta: ¿quién y cómo era Janos von Neuman para que se afirme que fue el hombre más inteligente del siglo XX? La respuesta la emite el lector a base de los materiales que recibe de los personajes secundarios.

Nació en Budapest, estudió en escuela y casa, destripó los telares mecánicos del negocio familiar para saber cómo funcionaban, hizo dos carreras al mismo tiempo y a los 23 años ya había conseguido título de ingeniero químico y un doctorado en Matemáticas. Cuando la universidad de Princeton lo contrató se entregó apasionadamente al ambiente estadounidense y fue consultor del Proyecto Manhattan, que consistió en la fundación de un pueblo artificial, Los Álamos, donde genios diseñaron la bomba atómica que estalló en Hiroshima y Nagasaki. Para entonces, nos enteramos de que esas mentes superiores se distraen jugando ajedrez y el Go, milenario juego chino

Ya integrado al trabajo que culminaría en la bomba más potente del planeta, la de hidrógeno, el arma que produjo a los científicos “el goce indescriptible” de hacer ciencia, sobre la base de la madre de todos los saberes, las Matemáticas, según Von Neuman, convertido en Johnny en EE. UU. Para unos, este gigante fue un “mercenario, una mente a sueldo” que cobraba salarios exorbitantes a quienes requerían de su servicio; para otros, más que nada, la inteligencia a la que le debemos la máquina más útil de la historia, la computadora. Porque esa máquina fue indispensable para los cálculos de base de la bomba H e iba a permitir la creación de la inteligencia artificial.

Su esposa, Klara Dan, ayuda a conocer el lado íntimo del gran hombre: en casa era discutidor, egoísta, capaz de sobrellevar un matrimonio fracasado solo para no tener problemas que lo distrajeran de su trabajo. Pese a sus resentimientos se volcó a cuidarlo cuando el mal que atacó a Von Neuman hizo su aparición. Paradójicamente, el hombre más inteligente del siglo XX fue afectado por un cáncer al cerebro que se fue llevando sus enormes facultades en medio de un mar de dudas y desesperadas hipótesis. El científico enfermo pasó a ser propiedad del Estado: militares lo llevaron a Washington y lo rodearon de médicos y guardias que vigilaron cada una de sus últimas formulaciones y palabras, a la espera de que otra genialidad sirviera para sus fines secretos.

La novela cierra con un largo capítulo en el que nos cuenta el origen y la práctica del Go, como el juego más difícil del mundo, con la real competencia entre un campeón coreano y un programa de computación llamado AlphaGo; la inteligencia artificial en acción. Por algo, Von Neuman y sus compañeros lo jugaban. (O)