Hay dos grandes lecciones en microeconomía. La primera es que vivimos en un mundo en donde los recursos son escasos. Esta es una lección que pasa por alto esa creencia, tan popularizada en nuestros días, de que las leyes son una cornucopia de beneficios a los que tenemos “derecho” sin importar quién pague por ellos. La segunda lección es que la actuación de las personas está determinada por incentivos. Esta es una lección me parece especialmente importante en estos momentos.

En su libro Think like a freak, Steven Levitt y Stephen Dubner se refieren a un interesante experimento que buscaba encontrar los verdaderos incentivos que motivaban a la gente a actuar. El experimento trataba de determinar qué era lo que realmente incentivaba a los habitantes de California para ahorrar energía eléctrica en sus hogares.

En la primera parte del experimento se llamó a las personas por teléfono y se les hizo la siguiente pregunta: “¿Qué es más importante para usted en la decisión de ahorrar energía? (1) ahorrar dinero; (2) proteger el medioambiente, (3) beneficiar a la sociedad; o, (4) saber que otra gente está tratando de ahorrar energía”. La mayoría contestó que el incentivo más importante para ahorrar energía era proteger el medioambiente, luego beneficiar a la sociedad, después ahorrar dinero y, finalmente, saber que mucha otra gente trataba de ahorrar energía eléctrica.

En la segunda parte del experimento se colocaron anuncios en las puertas de las casas invitando a la gente a ahorrar energía. Había cuatro tipos de anuncios y todos decían algo diferente: (1) “Protege el medioambiente ahorrando energía”; (2) “Cumple con tu parte de ahorrar energía para generaciones futuras”; (3) “Ahorra dinero conservando energía”; y, (4) “Únete a tus vecinos en el ahorro de energía”.

Los investigadores podían medir el uso de energía en cada casa. Siguiendo a la encuesta telefónica, las personas que recibieron el anuncio “Protege el medioambiente” debían haber ahorrado más energía que las que recibieron el anuncio “Únete a tus vecinos en el ahorro de energía”. Pero eso no fue lo que pasó. De hecho, ocurrió todo lo contrario. Los hogares que ahorraron más energía fueron los que recibieron el anuncio “Únete a tus vecinos en el ahorro de energía”.

El experimento comprobó que el incentivo de actuar como actúa el grupo supera a los incentivos moral, social y económico. Demostró que, para nosotros, saber cómo actúa el prójimo es determinante para decidir cómo vamos a actuar nosotros mismos.

En realidad, nada que no sepamos. Hacemos lo que vemos a otros hacer. Comemos, nos vestimos y pensamos como comen, visten y piensan las personas que nos rodean. ¿Quién tiene tiempo para reflexionar sobre cada decisión? Eso hacían los griegos del siglo V a. C., no nosotros.

Para diseñar políticas públicas hay que tener en cuenta que la actuación de las personas depende de incentivos. Un plan para controlar la expansión del coronavirus, que tanto depende de que las personas actúen de cierta manera, debe tener en cuenta los incentivos y, especialmente, la mentalidad de grupo. (O)