No es ingenuidad, es cansancio, es hartazgo. Los más jóvenes dirían “me da cringe”, lo cierto es que me ha avergonzado ver los relatos acusatorios contra la ministra Mónica Palencia en torno al juicio político. Esperaba por lo menos un poco de seriedad, de coherencia, de profundidad o, por último, de ingenio (eso sí es ingenuidad).

Como en ese escenario se han querido construir relatos arbitrarios, más emocionales que racionales, en el mismo contexto de las subjetividades, quise conocer otro tipo de relatos, ya no de la Palencia que enfrenta a la delincuencia acompañada de militares y policías, sino de Mónica.

Esa Mónica que fue campeona de ajedrez en Durango, su ciudad natal y que el destino la trajo hasta el Ecuador hace más de 30 años.

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Llamé, escribí, escarbé y traté de rescatar lo que otros opinan de ella.

Pancho Huerta, su pareja, decía que era extraordinaria en la cocina, que era incondicional y de convicciones firmes. Solían compartir lecturas, aunque no siempre compartir amigos. Con su agudo humor, afirmaba que era la mujer en la que había encontrado las virtudes que más admiraba y los defectos que más toleraba,

Sus hijas dicen que es amorosa, pero firme y muy justa, totalmente empática y con apertura, que se puede hablar de todo con ella. “Es aliada y te lo hace sentir”. Cuenta una de ellas: “Hace unos nueve años, saliendo del garaje, un hombre que estaba agazapado saltó y nos encañonó con un rifle haciéndonos secuestro exprés, pero ella mantuvo la calma y empezó a hablar, logrando que el secuestrador cambiara el rumbo y se disculpara conmigo por ‘tener que’ llevarse mi maletín para esconder su arma”.

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Otra faceta de Mónica es la educación, ha sido docente investigadora de varias universidades, alumnos suyos destacan la creatividad de sus clases y dicen que es exigente en hacer que “el cerebro sude”, es el terror de los alumnos memoristas.

Una de sus amigas la define como incondicional, solidaria, con la cabeza y corazón en el mismo porcentaje. Como amiga, dice, es un privilegio, su transferencia de sabiduría intelectual y emocional es un legado invaluable e imperecedero. Su cultura universal, su mirada justa, su honestidad y su lealtad son su esencia.

Como abogada asumió de manera silenciosa y sin alardes la defensa de muchas causas de mujeres violentadas, una de sus “clientas” quiso resaltar su compromiso, justicia y coraje en la defensa de mujeres con pocos recursos. “A mí me ayudó a sobrevivir una crisis muy fuerte, así como lo hace siempre por muchas mujeres que, igual que yo, se quedaron mirando el techo sin un peso… A pesar de verla como si fuera una mujer muy dura, es de una gran sensibilidad, es un alma noble”.

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Estos son algunos de los relatos que conseguí sobre Mónica. Relatos cercanos y absolutamente imparciales de personas que la estiman.

Pero consideré correcto que, de la misma manera que las personas que claramente no la quieren pueden emitir sus juicios de valor y descalificaciones personales en público de manera grotesca y burda, las que sí la quieren puedan tener un espacio para demostrar y hacer sentir su apoyo de manera cariñosa y cercana. (O)