Muchas enfermedades virales pueden cursar con síntomas que se prolongan por largo tiempo, aun después de que la persona se hubiere recuperado aparentemente de la enfermedad inicial. Dichos síntomas –identificados como “secuelas”– generalmente están relacionados con falta de energía, dolores articulares, fatiga, trastornos del sueño, fallas en la memoria de corto plazo, falta de concentración, entre otros.

Con la pandemia de la COVID-19 y dada la alta prevalencia de infección por el SARS-CoV-2, que todavía persiste, estos síntomas se han visto multiplicados, constituyendo una entidad clínica que llega a superar el número total de otras enfermedades como el cáncer o la enfermedad por VIH (virus de inmunodeficiencia humana).

Los síntomas persistentes que padecen quienes tuvieron COVID-19 han sido reunidos en un síndrome denominado “COVID prolongado”, que se está reportando no solo en quienes tuvieron infección grave, sino también en quienes tuvieron infección de leve a moderada. Las cifras son variables en las diferentes series reportadas, pero fluctúan entre el 7 % y el 40 %, una cantidad importante si consideramos que los infectados por el virus SARS-CoV-2 se cuentan por millones.

Estudio señala que uno de cada ocho contagiados de COVID-19 desarrollan al menos un síntoma prolongado

El COVID prolongado se presenta principalmente en adultos, y sus síntomas pueden durar semanas y hasta meses después de haber superado la infección. Los individuos de mayor riesgo son aquellos que enfermaron de COVID-19 sin haber estado vacunados y aquellos que tenían previamente otras enfermedades generales.

De los síntomas neurológicos del COVID prolongado, el que más preocupa a los pacientes es el que se ha llamado “niebla mental” (“brain fog”, en inglés), que consiste en una disfunción cognitiva que incluye pérdida de memoria, falta de claridad y agilidad mental, dificultad para concentrarse, una especie de “fatiga mental”. Los pacientes están físicamente bien y sus exámenes resultan normales, pero refieren síntomas persistentes. Los síntomas del COVID prolongado han sido comparados con los del síndrome de fatiga crónica, una enfermedad multisintomática sin causa definida.

Pero hay que tener presente que la niebla mental puede también deberse a otras causas: estrés, depresión, cambios en los hábitos del sueño, combinación de medicinas. Los pacientes se sienten aturdidos, confundidos, lentos mentalmente, incapaces de rendir y trabajar como antes. Esto provoca mayor ansiedad y depresión, lo cual agrava más la fatiga mental, entrando así en un círculo vicioso que interfiere en su calidad de vida.

Son varias las hipótesis que tratan de explicar el porqué de la niebla mental en los pacientes que tuvieron COVID-19. Se han encontrado niveles elevados de activación inmune en el líquido cerebroespinal, así como alteraciones en estudios de imagen de metabolismo cerebral, reflejando un estado de neuroinflamación prolongada. Algunos estudios revelan que los síntomas son temporales y tienden a mejorar con el tiempo. Mientras tanto, hidratarse bien, mejorar las horas y calidad del sueño y realizar ejercicio físico pueden ser de gran ayuda. (O)