El domingo pasado celebramos el Día del Niño en Ecuador, fecha instituida en 1925, cuando se efectuó en Ginebra la conferencia mundial sobre el bienestar de la infancia, lo que nos mueve a pensar sobre el sufrimiento que padecen los pequeños víctimas de las guerras, como la de Gaza. Más de 50.000 han muerto o caído heridos desde que comenzó el conflicto. Casi todos han sido desplazados y permanecen sin hogar, sin familia, sin comida, sin techo, con el terror recorriendo su frágil cuerpo, bajo el ruido ensordecedor de los bombardeos, sufriendo los horrores de una situación en la que nada tienen que hacer. Son aproximadamente 1 millón de ellos, carentes absolutos de lo básico para sobrevivir.
Y si sobreviven, ¿qué les espera? No solo es el cuerpo el que sufre; es su alma al ver desaparecer a los suyos y los escombros a los que han quedado reducidas sus humildes viviendas. Y su psiquis también quedará afectada para siempre.
Pero no solo es Gaza; también son los infantes ucranianos y los rusos. Ninguno es culpable de nada. Y si seguimos revisando el mapamundi, posamos nuestra mirada en aquellos que van huyendo de la hambruna en África, como Angola, el Congo, Sudán, Ruanda, Liberia, Sierra Leona y Costa de Marfil, cuya población se ha visto obligada a salir de sus países por los conflictos políticos internos. La región de los Grandes Lagos y la del río Mano también han sido afectadas por las guerras y las crisis políticas, que han provocado la huida de pueblos enteros, debido a la pobreza generada por aquellas. Hambre, sequías interminables o violencia son los factores que obligan a la gente de países como Somalia, Etiopía, Mali, Níger, Burkina Faso a migrar. Son aproximadamente 8,4 millones de migrantes de África occidental, de los cuales menos del 10 % desea asentarse en Europa, donde los rechazan luego de haber evitado el naufragio de los barcos nutridos de personas que buscan mejores días en otros lares.
En América Latina, los grandes movimientos del sur y centro se dirigen a los Estados Unidos, donde hoy ser migrante es mala palabra. La política del nuevo Gobierno ha desmotivado la movilización hacia ese país; no obstante, quienes se encuentran legal o ilegalmente ahí viviendo deben soportar la zozobra constante de que, en cualquier momento, son devueltos a su lugar de origen. ¿Cuántos niños hay entre ellos? Miles de miles. ¿Tienen conciencia de lo que ocurre? No. Tampoco lo entienden. No comprenden por qué son separados de sus padres.
Aquí 5 %, aproximadamente, de niños de 5 a 11 años no asisten a clases, y más de 450.000 no están matriculados. Según Unicef, uno de cada dos menores de 5 años es maltratado física o psicológicamente; diariamente seis niñas de entre 10 y 14 años dan a luz, producto de la violencia sexual. Últimamente, los homicidios contra niños, niñas y adolescentes aumentaron en 700 %, entre 2019 y 2023.
Las consecuencias de la violencia, el descuido y el maltrato son fatales, tanto para la psiquis como para el cuerpo. A veces, no entendemos el porqué del comportamiento violento y del refugio en el alcohol y las drogas de algunos adolescentes. Estos son, entre otros, efectos de lo anotado, porque los niños no nos importan. (O)