El PBI ecuatoriano ha crecido desde $ 15 mil millones en 1990 hasta $ 106 mil millones en 2021, reflejando una tasa de crecimiento promedio de 6,5 % anual durante el periodo. Una vez que descontamos la inflación para llegar a un PBI real, el crecimiento promedio anual es menor: 2,6 %.

Para calcular la productividad, es decir, para saber con qué grado de eficiencia está trabajando cada ecuatoriano, hay que dividir el PBI real por el número de ecuatorianos que en el momento estarían trabajando: eran 3,6 millones en 1990, y ahora son 7,9. La tasa promedio de crecimiento de este grupo empleado ha sido del 2,5 %, en promedio, cada año, durante las tres últimas décadas.

Estos cálculos nos llevan a un resultado sorprendente y a la vez desalentador. Si el PBI ha crecido a un promedio anual del 2,6 % y el empleo ha crecido casi al mismo ritmo (2,5 %), el crecimiento económico se ha debido casi únicamente a la incorporación de más trabajadores a la fuerza laboral y no al aumento de la productividad. La productividad promedio por persona empleada en el 2021 es solo escasamente más alta a la de 1990. Es decir, en estas tres últimas décadas el aumento de la eficiencia promedio del empleado ecuatoriano ha sido solo 0,1 % por año. Para una economía emergente se esperaría un 1,5 %. Este resultado tiene varias implicaciones, pues en términos económicos, un aumento de salarios en términos reales estaría justificado solo si está asociado a un aumento de la productividad.

El Gobierno del Ecuador, así como el sector privado deben investigar y explicar al público las razones por las cuales la productividad ha sido anémica durante tanto tiempo y se necesita hacer propuestas para elevarla, de tal forma que los ecuatorianos puedan tener mejores salarios y condiciones de vida. El crecimiento económico basado solo en el aumento de trabajadores no es una política eficaz para el desarrollo en el largo plazo.

En un seminario llevado a cabo por la Corporación Andina de Fomento (CAF) antes de la pandemia, se dieron lineamientos para aumentar la productividad. Se mencionaron el fortalecimiento de las instituciones y políticas que aumentan la competencia; fomentar el comercio internacional reduciendo las barreras no arancelarias; un mejor emparejamiento de los puestos de trabajo con las habilidades; evitar políticas distorsionantes en el mercado laboral y de bienes y servicios; mejorar la regulación de los mercados financieros, entre otras posibles áreas de trabajo.

Aumentar la productividad es una tarea de largo aliento. Es una búsqueda continua de toda la sociedad para lograr más eficiencia en la economía. La educación es imprescindible, no solo en términos de su calidad, sino también en el acceso a la misma. De igual manera, el poder judicial tiene la tarea esencial de asegurar la adecuada implementación de las leyes, sin discriminación entre grupos sociales. Por último, la honestidad en la política y la transparencia en las cifras son necesarias para aumentar la confianza en las políticas públicas. Aumentar la productividad –que es lo mismo que la eficiencia– es una tarea que debería formar parte de la cultura del país. Es una tarea de largo plazo que debería empezar hoy. (O)