Los ciudadanos elegimos a los gobernantes, por razones aparentemente muy diversas, pero que en el fondo no lo son tanto. Cada uno quiere mejorar su entorno, igual el empresario cuando piensa que un tratado de comercio con Estados Unidos es indispensable o habla de la seguridad jurídica, que un trabajador cuando espera instalen el agua potable en su barrio. La amplitud de los entornos varía, no tanto las esperanzas ni la importancia que (desgraciadamente) damos a los Gobiernos de que nos van a resolver problemas importantes (me gustaría más una sociedad en que el peso de la política sea bastante menor)… ¿Qué esperamos hoy los ecuatorianos?

Todos, sin duda, que la vacunación funcione (si no son 9 millones hasta agosto, que sea hasta septiembre u octubre, más allá habría una opinión social y política negativa). Todos entendemos o intuimos que, sin eso, no hay reactivación posible, porque no podemos intercambiar (base de la economía) normalmente: comprar, invertir, producir. Y la gente quiere, en el fondo, que “nos vacunemos la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible”. No importa si lo hace solo el Gobierno o acude al apoyo de farmacias, empresas y otros (yo creo el apoyo privado es logísticamente clave para lograr el objetivo).

Todos, también, que se creen empleos. Se tiende a decir “crear empleos de calidad” y eso es lo ideal, pero seamos realistas, la gente espera que al menos haya algún empleo, algo a medio tiempo, aunque sea informal. Es que es indispensable (económica y psicológicamente) volver a caminar, tener un ingreso diario, dar lo básico a la familia.

Sobre todo los empresarios de cualquier tamaño, que haya reglas del juego y un entorno claros y sensatos (ciertamente algunos esperan regalos del Gobierno, pero no son la mayoría… ¿o sí lo son desgraciadamente?). Para poder invertir, porque todos tienen carpetas archivadas, sea la tienda de la esquina para mejorar sus estanterías o el exportador para buscar nuevos mercados. Nuevamente, la esperanza es la misma, solo cambia la amplitud de la cancha.

Todos (… menos ‘algunitos’), que la corrupción sea controlada. Idealmente que desaparezca, pero al menos que no sea tan grosera. Que paso a paso en las entidades públicas, no haya que contar con las amistades o las coimas, para que los trámites avancen. Que en los contratos públicos ganen los que tienen que ganar. Y no existan los abusivos que echan en cara a los demás su poder: “¿sabes con quién te metes?”. Y al hablar del Gobierno, que se ocupe sensatamente de la educación (profesores en cada unidad educativa con una preparación sensata… y que no existan abusos), de la salud (no es posible pasar meses para una cita), de la desnutrición y las obras públicas más básicas.

(Casi) todos, que la dolarización continúe, y lo más sencillo: que ya no sea necesario hablar del tema.

Muchos, “que los políticos no anden peleándose” porque sabemos, con razón, que esas broncas solo llevan a que no se pueda cumplir lo que la gente espera… Y en esencia, esperamos sentir que vivimos en una sociedad que está hecha para todos. Donde cada uno sigue su mejor camino, pero mirando hacia los demás. Donde controlamos la discriminación, los abusos. Donde todos sentimos que navegamos, con esperanza, en el mismo barco. (O)